Domingo 2 de junio
XIII del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 10, 37-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado.
El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá paga de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.
Pistas: Las dos primeras afirmaciones sobre la familia parecerían propias de un fanático, pero no de Jesús, que invita al amor y la misericordia. Sin embargo, deja claro que lo más importante es seguirle y amarle (porque hacerlo con Él es hacerlo con el Padre).
No es excluyente amar a la familia y seguir a Jesús. Todo lo contrario. Si pones a Jesús en el centro de tu vida, si descubres que amar a Dios sobre todas las cosas llena tu corazón de amor y misericordia, entonces amarás más y mejor a tu familia. Porque amar a Jesús te da el Espíritu Santo, hace que te parezcas a Él, que entregó su vida por amor. Pero si comienzas a poner otras cosas por delante, un día te encontrarás perdido.
Cuando las cosas buenas -como amar a la familia, o buscar la propia vida- se convierten en el centro de la existencia, terminan siendo ídolos, que ocupan el lugar de Dios y nos roban la felicidad. Así, la primera parte del Evangelio de hoy es una llamada a poner a Jesús en el centro: Amarle, dar la vida por Él y tomar la cruz. Esto último significa aprender de Jesús, alejarnos de la queja y la desesperación. Porque sabemos que el amor y el poder de Dios son más grandes que las cruces de la vida. Jesús nos lo enseñó cargando Él con la cruz.
La segunda parte hace referencia a que este seguimiento de Jesús, que es exigente, tendrá su recompensa. Es la otra cara de la moneda de la llamada de Jesús a verle en el pobre, en el que sufre y nos necesita. En el fondo, según tratemos al prójimo se refleja si el amor de Dios está en nuestro corazón.
Hoy recibes una invitación a amar a Jesús y seguirle con todas las consecuencias. Él ha entregado todo por ti, amándote hasta el extremo, y te anima a acompañarle con radicalidad en este camino de amor. ¿Te apuntas?
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.