Domingo 19 de marzo
III domingo de cuaresma
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Respóndele con tu oración)
Evangelio según San Juan 4, 5-42
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber. (Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida).
La Samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contesto: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.
La mujer le dice: Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?
Jesús le contesta: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
La mujer le dice: Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Él le dice: Anda, llama a tu marido y vuelve.
La mujer le contesta: No tengo marido.
Jesús le dice: Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.
La mujer le dice: Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.
Jesús le dice: Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adoraran al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.
La mujer le dice: Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo. Jesús le dice: Soy yo: el que habla contigo.
En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?»
La mujer, entonces, dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será éste el Mesías? Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: Maestro, come. Él les dijo: Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis Los discípulos comentaban entre ellos: ¿Le habrá traído alguien de comer?:
Jesús les dijo: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.
¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio «Uno siembra y otro siega» Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.
Pistas: El agua tiene un fuerte simbolismo en la conversación entre Jesús y esta mujer. Jesús rompe esquemas y supera prejuicios. Dice a la mujer: “Dame de beber”. Toma la iniciativa. Lo mismo ocurre en nuestra vida. Dios da el primer paso. Tenemos escrito en lo profundo de nuestro ser una sed de Él. Muchas veces parece que Dios nos pide, cuando en realidad es Él quien nos da. ¿Cuánta sed tenemos? Sed de felicidad, sed de plenitud, sed de paz, sed de verdad, sed de amor, sed de justicia, sed de encontrar nuestro camino… ¿Qué sed hay en ti?
Jesús te dice: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva”. El don de Dios es el Espíritu Santo. El Don de los dones que Dios puede dar. Es Dios mismo dándose a los hombres en su interior. El fuego de Dios en el corazón. La certeza absoluta de que Dios está vivo y contigo. Y tendrás el poder y la fuerza que movió a Jesús. El Espíritu de Dios que sacia tu sed y crea algo nuevo en ti. Todo lo demás no te va a llenar, no va a colmar lo que buscas. Pero si te acercas a Jesús, entonces sí.
Jesús hace que la samaritana piense en su vida, en su moral y creencias. Le hace cuestionarse y poder descubrir quién es Él. Y poco a poco ella se da cuenta de que tiene delante al Mesías, que le invita a vivir en Espíritu y verdad. El encuentro con Jesús da de beber agua viva y empuja a la conversión de vida, abandonando el pecado y la mentira. Cuando te encuentras con Jesús se deja el cántaro vacío con el que se iba a buscar un agua que no saciaba. Ella, inmediatamente, va a contar lo que le sucedió. Y por su testimonio muchos comienzan a creer, y se acercan a Jesús, descubriendo que “él es de verdad el Salvador del mundo”.
Por último, Jesús, nos enseña cómo encontrarnos con las personas a las que queremos anunciarles la fe. Desde lo que ellos buscan, desde su sed. Desde la verdad. Ofreciéndoles lo único que puede darles vida: el encuentro con Jesús y el agua del Espíritu Santo. Esto es lo más grande que podemos ofrecer al mundo. Por eso Jesús dice: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra”.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.