Domingo 18 de marzo

Domingo 18 de marzo
V domingo de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Juan 12, 20-33.
En aquel tiempo entre los que habían venido a celebrar la Fiesta había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: Señor, quisiéramos ver a Jesús.
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre.
Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará.
Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

Pistas: Se acercan unos que dicen a los discípulos: “quisiéramos ver a Jesús” y en el Evangelio hoy esto parece una tarea difícil. La respuesta de Jesús parece que tiene poco que ver con las inquietudes de aquellos que se acercaban buscándole. Pero nos muestran el camino para poder encontrarse con Jesús y que Él mismo recorrió: el del amor, la humildad, la fidelidad, la obediencia, el servicio. Y sólo recorriendo ese mismo camino se puede descubrir verdaderamente quién es Jesús y conocerle.
¿Cuántas veces quisiéramos ver a Jesús sin tener que pasar por “Andrés” y “Felipe”, es decir, por la Iglesia? ¿Cuántas veces nos gustaría un camino triunfante, sin cruces, cediendo a los propios deseos? ¿Cuántas veces ponemos por encima el egoísmo o el interés en lugar de buscar el verdadero bien, la verdad, la auténtica libertad, la fidelidad a Dios aunque sea por un camino difícil de entender?
“Ahora el Príncipe de este mundo va ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacía mí”. Jesús vence al diablo, al mal, al pecado, a la mentira, a la injusticia, al sufrimiento. Todo ello lo consigue muriendo en una cruz. Y esto cambia la historia. Es algo asombroso lo que sucede. Y es la mejor manera de entender el grano de trigo que cae en tierra y muere, y el ser capaz de negarse a uno mismo.
En la cruz el diablo cree que vence, pero en realidad es vencido. Jesús no es un necio que se entrega a la muerte, ni un fanático religioso… Se entrega porque ama. Lo matan porque le odian y no le entienden o le tienen miedo. Y en medio de esto se cumple el plan de Dios.
Seguir a Jesús y comprender la cruz como camino de salvación es lo que el evangelio de hoy te propone. No dice que vaya a ser fácil, pero sí que dará fruto, que encontrarás vida, que conocerás verdaderamente a Jesús, siguiéndole, porque Él va delante. ¿Llevas cruces? Él llevó la cruz. ¿Necesitas entregarte más, quieres más amor en tu vida? Jesús fue delante enseñándote el camino. ¿Te atreves a seguirle? Toma tu cruz y ve con Él.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.