Domingo 11 de febrero
VI domingo del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según san Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
Pistas: La lepra en el pueblo judío era una condena. El que era declarado leproso tenía que abandonar la comunidad, vestir con harapos y cuando alguien se le acercase gritar: “impuro, impuro”, para que nadie entrara en contacto con él.
Pero Jesús cambia las cosas. Acepta que se acerque a Él aquel que ha sido desahuciado. No había prácticamente esperanza para un leproso. Y éste se acerca a Jesús con una confianza absoluta: “Si quieres, puedes limpiarme”. Y Jesús no lo cura de lejos. Lo toca. Piensa en lo que significa eso para alguien que es declarado impuro y que no puede permitir que nadie se le acerque. Jesús le toca y dice: “Quiero, queda limpio”. E, inmediatamente, se curó.
En una lectura espiritual de la curación el pecado es como la lepra: te aparta de la comunidad, te hace impuro, impide que desarrolles en plenitud tus cualidades. Pero si te acercas a Jesús y pones en Él tu confianza, todo cambiará. Jesús no se queda al margen de tus problemas. Se acerca, te toca, te escucha. Pídele hoy que se fije en tus ‘lepras’.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.