Jueves 31 de diciembre

Jueves, 31 de diciembre
Día VII de la octava de Navidad

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 1, 1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Éste es de quien dije: «El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.»» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Pistas: Este texto se lee en una de las misas de Navidad. Y en este último día del año civil la liturgia nos lo vuelve a ofrecer. Hoy terminamos un año raro, duro y difícil; y comenzamos otro lleno de incertidumbre. Seguramente sea una nochevieja distinta, tal vez puedas tener en este día la oportunidad de sacar un momento para volver a asomarte al misterio de Jesús y orar.
Recordamos estos días que un niño en Belén hace algo más de dos mil años, una pareja joven iba de viaje, nació en un pesebre porque no había sitio en la posada. Hoy San Juan introduce su Evangelio diciendo: ese Niño es la Palabra hecha carne, es el Hijo de Dios hecho hombre.
Con cada una de las ideas que aparece se podría rezar mucho tiempo y desde muchas perspectivas. Jesús es la Palabra… Piensa el alcance de esto, todo lo que haces, sientes, vives, tiene sentido para ti porque puedes pensarlo en palabras. Si quieres comunicarlo, necesitas palabras (o su equivalente). Y que Jesús sea la Palabra hecha carne ¿qué significa? ¿qué nos dice de Dios? ¿qué nos dice de Jesús?
Es la luz. Piensa en un lugar oscuro en el que enciendes una luz. O si tienes miedo y se enciende una luz… Jesús viene como la luz del mundo, que vence las tinieblas. Y cuánta falta hace poner un poco más de luz en nuestro mundo y en nuestras vidas. Una luz que no se apaga, que nadie puede vencer.
Es el que da la gracia y la verdad. El que ha visto a Dios. Aquel a quien esperaban los judíos y de quien da testimonio Juan Bautista. Es el que te hace hijo de Dios.
Te invito a que releas el Evangelio y te quedes con aquella idea o ideas que te hagan pensar y te impacten. Reza con eso, pide, contempla, adora… Y la luz de Jesús se encenderá en tu corazón, en tu hogar, en tu parroquia, en tu vida.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice. respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Martes 29 de diciembre

Martes, 29 de diciembre
Día V de la octava de Navidad

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 2, 22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Pistas: Hace dos días que leíamos este pasaje. Contempla a Jesús niño, con sus padres. Llega al templo como tantos otros judíos piadosos que van a cumplir con la Ley. Ellos no son ricos, ofrecen un sacrificio humilde por su primogénito.
Entran en escena dos personajes, que Lucas describe como llenos del Espíritu Santo. Personas espirituales, que esperaban en las promesas de los profetas y que de modo sobrenatural reciben la inspiración de Dios para reconocer en Jesús y su familia el cumplimiento de las promesas.
Puedes ponerte en la piel de estos personajes. La alegría, la esperanza, la paz que experimentarían al ver cumplidos sus anhelos. También puedes mirar a José y María. ¿Quién será su hijo? ¿Quién será ese niño? ¿Cómo será el camino que tendrán que recorrer? Ayer leíamos cómo tienen que huir a Egipto. No va a ser fácil.
Si te fijas, ya desde el principio de la historia de Jesús miramos al final. Le dice Simeón a María: “una espada te traspasará el alma” y que Jesús será “bandera discutida”, dejará claras las intenciones de muchos… Qué claro se ve todo esto en la vida de Jesús. Sus constantes enfrentamientos con los fariseos que sólo cumplen externamente la Ley, su búsqueda de los pecadores, los pobres, los enfermos…
Navidad es Jesús. Te invito a que lo contemples, a que te sumerjas en su misterio: verdadero hombre, con su familia, que necesita crecer, una familia que le eduque, le ame, le defienda, le acompañe… que crece en la fe, y también -como cualquiera- aprende a conocerse, a saber quién es y para qué está aquí. Es verdadero hombre. Pero es verdadero Dios. Asómate al misterio.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Lunes 28 de diciembre

Lunes, 28 de diciembre
Los santos inocentes, mártires

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Mateo 2, 13-18
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»
José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.»
Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos.
Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven.»

Pistas: Jesús es el Mesías prometido, el que cumple todo lo que hemos leído en el tiempo de Adviento y lo hace realidad. Dios en persona viene a salvar, a traer luz, verdad, vida, paz, esperanza, alegría… y, sin embargo, muchos hombres no lo acogen. Es más, luchan contra Él.
Cuando el poder, el éxito, el dinero, la posición social u otras cosas, se convierten en el centro de la existencia, se vuelven ídolos a los que se entrega la propia vida. Y ya no se distingue entre el bien y el mal. Sólo importa el interés. Por eso Jesús, la luz del mundo, la Palabra hecha carne, el Mesías prometido y la salvación que Él trae da igual, no interesa. No interesa la justicia, la dignidad de la persona. No interesa nada más que lo que ha ocupado el lugar de Dios.
La memoria de los mártires inocentes nos hace mirar a nuestro mundo injusto, cruel, que da la espalda al bien y la verdad, que da la espalda a Dios y a los hombres. Nuestro mundo occidental, que cierra las puertas a los que sufren y huyen de los horrores de la guerra, la violencia y el odio. Nuestras políticas. Nuestras vidas cotidianas en las que tantas veces cerramos los ojos a los que sufren, a los pobres, a los que nos necesitan. La corrupción, la soberbia, la mentira… Todo esto va convirtiendo nuestro mundo en un lugar oscuro y frío, muy lejos de lo que Jesús ha venido a traer, muy lejos de lo que significa la Navidad que estamos celebrando.
Los extranjeros, los magos de oriente, que aparentemente no debían saber nada del Mesías, se acercan a su luz, encuentran la verdad, encuentran a Jesús. Herodes y tantos judíos, que sabían y que esperaban, prefieren el poder, prefieren su estatus a la verdad y hacen lo que sea para conservarlo. Jesús se convierte en un exiliado, tiene que huir (el Hijo de Dios hecho hombre que viene a salvarnos…), se va porque le buscan para matarlo.
Y, sin embargo, la Navidad nos hace mirar a Jesús y decir: Él es la luz, es la verdad, es la vida. Aquellos niños, Herodes, nos hablan también del mundo de hoy. Hay que elegir: ser de los de Jesús o ser de los de Herodes. Es decir: vivir en la luz o vivir en el interés y el egoísmo.
Al releer el Evangelio lleva todo a Jesús, el mundo, tu vida… y encontrarás el camino para vivir en la verdad, en el bien, en la luz.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo 27 de diciembre

Domingo, 27 de diciembre.
Sagrada Familia: Jesús, José y María

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 2, 22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Pistas: Hoy celebramos la fiesta de la sagrada familia. El Evangelio nos habla de la verdad de la encarnación del Hijo de Dios en Jesús. Se hace hombre con todas las consecuencias: miembro de una cultura, una sociedad. Y al final nos dice: “el niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba”. Jesús, verdadero hombre.
Pero al mismo tiempo Simeón y Ana nos hacen ver más allá. No es un hombre cualquiera. En Él se cumplen las promesas del Antiguo Testamento. Es el que estaban esperando. Ellos lo reconocen al verlo. Es la luz, es la verdad porque mostrará las actitudes de muchos corazones. Las cosas cambiarán (muchos “caerán y se levantarán” como cuando se rompen prejuicios), aunque no será un camino fácil (“una espada te traspasará el alma”)… Ese camino lo venimos recorriendo cada día al rezar con la Palabra de Dios. Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre hasta las últimas consecuencias, es el Salvador del mundo, el Mesías, el Libertador y es verdadero hombre.
Puedes pensar en la figura de Jesús ¿Quién es? En sus padres, José y María, que tienen también que hacer un camino de descubrimiento adentrándose en el misterio de quién es su propio hijo. Puedes rezar fijándote en Simeón o Ana, lo que significó para ellos el encuentro con Jesús.
Por último, hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Jesús no cae como un meteorito en nuestro mundo. Lo hace en una familia. Unida por la fe y el amor. ¿Cómo si no iban a superar todas las dificultades y contrariedades que les sobrevinieron? La persecución, la incomprensión, la novedad que trae Jesús, la Cruz… El amor, la fe, la confianza en Dios son también la propuesta de este Evangelio.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 26 de diciembre

Sábado, 26 de diciembre
San Esteban Protomártir

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Mateo 10, 17-22
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará.»

Pistas: La Iglesia nos propone hoy la fiesta del primer mártir del cristianismo, San Esteban. En medio de la alegría, el gozo, la fiesta, la luz, la vida… de pronto nos asomamos al misterio del mal, el pecado y la muerte. Quizás para caer en la cuenta de que Jesús, el Mesías, el Esperado, el Prometido, el Hijo de Dios hecho hombre hace nuevas las cosas. Pero no por un camino triunfalista, de poder, de imposición. Ni con promesas edulcoradas o mentiras.
El Espíritu Santo que concibió a Jesús lo llenará y guiará plenamente toda su vida. Y Jesús resucitado por el mismo poder del Espíritu, repleto de Él, nos da ese Don a nosotros. Es con la fuerza del Espíritu con la que Jesús hace nuevas todas las cosas. Jesús es verdaderamente la luz. Por eso nada, ni la muerte, la traición, el odio, la injusticia… pueden vencer su luz. Porque su victoria es plena y para siempre.
Y esto es también para ti, para tu vida y la de los tuyos, para tu comunidad, para nuestro mundo… Habrá dificultades, pero si perseveras con Jesús, encontrarás salvación. Es la única respuesta. En medio de cualquier circunstancia tu vida está en manos de Dios, como estuvo la de José, María y Jesús, como estuvo la de San Esteban. Por eso, no temas: el Espíritu de Dios está en ti. Jesús salva.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Miércoles 23 de diciembre

Miércoles, 23 de diciembre
Feria mayor de Adviento

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 1, 57-66
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: —«¡No! Se va a llamar Juan.» Le replicaron: -«Ninguno de tus parientes se llama así.» Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: —«¿Que va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Pistas: Una manera de rezar es contemplar. Imagínate una madre o un padre mirando a su bebé, o el escalador que llega a una cumbre… Los Evangelios de estos días son para contemplar, para imaginarse las escenas que van preparándonos para el gran desenlace.
Hoy leemos el nacimiento de Juan Bautista. Recuerda: eran ancianos, Isabel estéril. Pero el Dios de la sorpresa, el Dios de lo imposible, el que se fija en lo pequeño y en el humilde, les regala ser los padres del que va a preparar el camino a Jesús.
Le iban a poner Zacarías para seguir la tradición. Pero Dios va a hacer cosas nuevas a través de la vida de este niño. Rompen la tradición, algo nuevo va a suceder. Se llamará Juan. ¿Qué va a ser este niño?
Zacarías se había quedado mudo porque no había sido capaz de creer lo que el ángel le había prometido. Cuando por fin se fía, cuando cumple la voluntad de Dios, su boca se suelta y alaba a Dios. Deja de estar mudo. Como cuando alguien entra en el camino del Reino de Dios y entonces entiende lo que antes no entendía, comprende lo que antes le resultaba extraño, y su vida ya no es la misma.
Y Juan el Bautista crece y se fortalece. Se prepara en el desierto, en las dificultades, hasta que está listo para su misión.
Deja que te hable la Palabra de Dios, que enseña que Él abre caminos en la vida de los que creen.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Antífona día 23: Oh Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ¡ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!

Martes 22 de diciembre

Martes, 22 de diciembre
Feria mayor de Adviento

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 1, 46-56
En aquel tiempo, María dijo:
—«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Pistas: Y después de las palabras de Isabel, María eleva esta oración a Dios. Cada día en el rezo de las vísperas la Iglesia eleva esta oración a Dios. Es todo un resumen de lo que sucede en la Virgen y de lo que va a hacer Jesús. Puedes pararte en cada una de estas frases y pensar en el significado y alcance de esas palabras con las que ora María. Es la oración de una judía creyente, que espera en las promesas de Dios, que cree y ve las maravillas de Dios.
Por eso proclama que Dios es grande y le alaba, por su santidad, por las obras que realiza en ella y en el pueblo, por su misericordia, porque cumple sus promesas, y porque éstas duran para siempre.
Hace referencia también a la dinámica del Reino de Dios: los soberbios de corazón, los poderosos y los ricos (los que ponen su confianza en sí mismos o las cosas) son dispersados, quedan sin nada; mientras que los pobres, los humildes, los hambrientos (los que ponen su
confianza en Dios y se saben necesitados) encontrarán auxilio y salvación según las promesas de Dios. Es el Dios de la gracia.
Este Evangelio también nos enseña a orar: María ve la obra de Dios, proclama sus grandezas, reconoce el poder de Dios, sabe que cumple sus promesas. Es la mirada no desde las propias ideas o necesidades sino desde lo que Dios revela y hace. Esta Navidad celebramos que viene a
salvarnos, que Dios cumple lo que promete y es el Dios que hace posible lo imposible. Y, María, después de tres meses vuelve a su casa.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

22 de diciembre: Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ¡ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra!

La Sagrada Familia

Evangelio según San Lucas 2,22-40. 
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel». 
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Lunes 21 de diciembre

Lunes, 21 de diciembre
Feria mayor de Adviento

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 1, 39-45
Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Jada; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: —«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

Pistas: Lo primero que hace María después del anuncio del ángel es ir a ayudar a quien la necesita. Su prima Isabel, ya anciana, está embarazada y María se fue “aprisa a la montaña”.
Hay unos elementos que se van a repetir estos días: la alegría, la presencia del Espíritu, la admiración ante la acción de Dios, el cumplimiento de las promesas del Señor.
Para rezar con este Evangelio puedes imaginarte la escena. Tratar de imaginar qué sentiría cada uno de los personajes. La anciana Isabel está llena de gozo porque va a ser madre. María, siendo confirmada en su fe en las promesas de Dios, se pone a ayudar, a servir a los demás.
Ese Niño que lleva María en su vientre lo hará todo nuevo. Isabel no puede hacer más que proclamar las maravillas de Dios a voz en grito.
Ojalá esta Navidad que se acerca experimentemos la salvación de Jesús de tal modo que podamos anunciarlo y transparentarlo a todos a través de nuestra alegría, nuestra esperanza, nuestra fe y la luz que Jesús enciende en los que creen en Él.
¿Quieres ser feliz? Haz algo bueno por los demás. No es para acallar tu conciencia sino para que experimentes de lo que hablaremos en esta Navidad. Que el amor, cuanto más se da, más lleno está. No hay que hacer cosas extraordinarias. Quizás una llamada telefónica a alguien con quien no te comunicas desde hace tiempo, un detalle de humanidad con un vecino mayor o impedido, una colaboración con una organización de ayuda a los necesitados… Piénsalo y reparte amor y cariño como hizo María cuando se llenó de Dios, que enseguida fue a ayudar a quien la necesitaba.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Antífona del día 21: Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la Luz Eterna, Sol de justicia ¡ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte!

Domingo 20 de diciembre

Domingo, 20 de diciembre
IV domingo de Adviento, ciclo b

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 1, 26-38.
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando a su presencia, dijo: —Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: —No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Y María dijo al ángel: —¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
El ángel le contestó: -El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó: —Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

Pistas: ¿Cuántas veces has leído este pasaje? Has visto cuadros, representaciones, escuchado canciones que hablan de él, rezado el Ave María, has escuchado homilías, meditaciones, leído comentarios… Se puede entender desde muchas perspectivas, pero en esta recta final del Adviento vamos a acercarnos a él fijándonos en María, la Virgen Madre. ¿Cómo contar que una mujer sabe que va a ser la madre de Dios? ¿Cómo transmitir todo el misterio de lo que sucedió? ¿Cómo explicar quién va a ser Jesús?
María es la llena de gracia, con la que Dios está, bendita entre todas las mujeres. Vaya saludo el del ángel. Será la Madre del que salvará al pueblo de los pecados, del Hijo del altísimo, de aquel cuyo reino no tendrá fin. Imposible de entender que será madre siendo virgen. Pero para Dios nada hay imposible. Mira a Isabel que ya anciana será madre.
Y María se fía de Dios. Puede que estés pensando que si a ti se te apareciera un ángel y te hiciese ese saludo… en fin, cómo decir que no. Pero también: cómo decir que sí. Cómo decir que sí al plan de Dios para tu vida que tantas veces es complicada… Y le preguntas también tú a Dios: Pero… ¿cómo será posible?
María nos enseña a encarar esta última etapa del Adviento. Con su sí lleva a Jesús al mundo. Nosotros y la Iglesia estamos llamados a ser como la Virgen, a decir hágase, que Jesús nazca en mi vida, que su luz se transparente en nosotros.
Una última reflexión, que repetiremos en Navidad, pero que nos hace caer en la cuenta de la grandeza de lo que celebraremos. Dios no estará ya nunca más lejos. Vino a reinar para siempre, vino a salvar (eso significa su nombre: Dios salva). Pero lo hizo del modo más extraordinario y sorprendente, haciéndose uno de nosotros y abriéndonos el camino al cielo, a la vida de Dios, a la gracia (al Espíritu Santo).
Qué sentimiento más desgarrador sentirse solo, auténticamente solo. Como si fueras invisible, que si desaparecieras a nadie le importaría. Después de la Navidad esto nunca será así, porque ese Niño nació por ti, el Hijo de Dios se hizo hombre por ti, predicó, se desveló, se entregó y murió por ti. Y ahora está para siempre a tu lado.
Hay tantas ideas y detalles con los que puedes rezar. Escoge uno que te ayude a prepararte a la Navidad. La espera de una madre, el cumplimiento de las promesas, el anuncio de salvación, el poder de Dios que hace posible lo imposible, el sí de María, el Dios-con-nosotros…
El reto para esta semana es prepararte para vivir una Navidad cristiana, que Jesús nazca de verdad en tu vida como nació en la de María y San José.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Antífona del día 20: Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ¡ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte!