Lunes 31 de agosto

Lunes, 31 de agosto
XXII Semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 4, 16-30
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura.
Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó.
Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: ¿No es éste el hijo de José? Y Jesús les dijo: Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»: haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.
Y añadió: Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del Profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que Naamán, el sirio.
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Pistas: Jesús lee la profecía de Isaías y anuncia su cumplimiento. En Jesús mismo se cumple: es el Ungido por el Espíritu, el enviado que anuncia la buena noticia, el que trae libertad, el que anuncia el año de gracia del Señor (en referencia al año jubilar del que habla el libro del Levítico, cuando se cancelaban las deudas y todas las posesiones retornaban a sus primitivos dueños, porque todo es de Dios y Él lo reparte entre sus elegidos).
Los que tienen los ojos fijos en Él se admiran… pero después empiezan los prejuicios: ¿No es el hijo de José? Por un lado, creen saber de dónde viene Jesús y que por ello y desde esa perspectiva pueden juzgarle. Por otro, su visión mundana y nacionalista judía del mesías les impide comprender que la profecía de Isaías no es sólo para ellos, es para todos. Jesús les expone dos ejemplos del Antiguo Testamento de extranjeros a los que Dios salva. No hay un pueblo elegido, sino la humanidad entera. Pero no sólo desconfían de Jesús y le rechazan, sino que quieren matarlo.
Este Evangelio nos presenta tres posturas ante Jesús: tener los ojos fijos en Él y escucharle, dejar que nuestros prejuicios e ideas nos alejen de Él y rechazarle, y, por último, expulsarlo de nuestra vida porque no se quiere aceptar su Palabra. Es decir, intentar acabar con Él.
Relee el Evangelio dejando que la Palabra de Dios resuene en tu interior ¿Qué quiere decirte hoy a ti? Su Palabra se cumple también para ti, hoy, ahora.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo 30 de agosto

Domingo, 30 de agosto
XXII domingo del tiempo ordinario, ciclo A

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Mateo 16, 21-27
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
—¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.
Jesús se volvió y dijo a Pedro: Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.
Entonces dijo a los discípulos: El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla?
Porque el Hijo del Hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

Pistas: Poco antes de lo que nos narra el relato de hoy, Jesús había preguntado a sus discípulos ¿vosotros quién decís que soy yo? Y Pedro había respondido: “El Mesías, el hijo de Dios vivo”. Jesús le llama la roca sobre la que edificará su Iglesia. Y acto seguido, este jarro de agua fría. El camino de Jesús pasa por la cruz, por el desprecio y la muerte. Pasa por entregar la vida hasta el extremo.
Muchas veces en nuestra manera de imaginar la acción de Dios, el Reino, cómo debería ser el Mesías, nos pasa como a Pedro: no queremos cruz, ni sufrimiento, ni dificultades. Nos parece incompatible con un Dios que nos ame y que esté a nuestro favor. Nos parece incompatible con el enviado, el Mesías. “Pero Jesús, esto no puede pasarte a ti. El camino debe ser de triunfo, de éxito. Si Dios está contigo, si eres el Mesías ¿cómo va a permitir Dios eso?”. Y así pensamos como los hombres, no como Dios.
El camino que Jesús recorrerá y propone es negarse a uno mismo, y elegir el amor y la entrega de la vida. El camino es seguir a Jesús y renunciar a lo fácil: frente al odio el amor, frente al rencor el perdón, frente al egoísmo la generosidad, frente a la duda la fe…Y si vienen cruces no renegar de Dios, sino cogerlas y seguirle.
Lo fácil es amoldarse al mundo, dejarse llevar por la corriente y las ideas imperantes. Lo difícil, abrazar la cruz y con ella caminar.
Y dice Jesús: si pierdes la vida la ganarás, si la entregas la ganarás porque ése es el camino de la resurrección y la vida, es el camino del Espíritu, de la verdad, de la libertad… y pasa por la cruz.
Pero este no es el final. El final es que Jesús ha vencido, que hay un cielo, una vida eterna para los que hemos decidido seguirle, aunque como Pedro a veces caigamos, neguemos y nos equivoquemos, si sigues con Jesús, el final será la vida que no termina, el cielo.
El reto para esta semana es que te preguntes ¿de qué me sirve ganar el mundo entero si malogro, estropeo, pierdo, la vida? ¿en qué estás poniendo tu corazón, tus esfuerzos, tu tiempo, tu energía? Y si quieres, cada vez que veas algo que implique cargar con la cruz, negarte a ti mismo, respondas: Jesús, te elijo a ti, elijo seguirte a ti, elijo tu vida.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 29 de agosto

Sábado, 29 de agosto
Martirio de San Juan Bautista

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: -«Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»
Y le juró:
-«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella salió a preguntarle a su madre:
-«¿Qué le pido?»
La madre le contestó:
-«La cabeza de Juan, el Bautista.»
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: -«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

Pistas: El mundo de Herodes no es el mundo de la verdad, del bien, de la justicia… Todos saben que no está bien lo que sucede, pero dicen y hacen lo que les permite mantener su posición, lo que les parece políticamente correcto y mejor responde a sus intereses. Todos, menos Juan Bautista.
Defienden una afirmación y la contraria. Herodes escucha con gusto a Juan el Bautista, pero le entrega su cabeza en una bandeja a su amante.
Cuánto se parece aquel mundo al nuestro. Cuántas veces personalmente, o como sociedad, sabemos la verdad y preferimos hacer lo políticamente correcto. Buscamos el bien y lo queremos, pero acabamos sucumbiendo a la comodidad, al qué dirán, no nos atrevemos a ir contracorriente ni a llamar a las cosas por su nombre. Y preferimos vivir en una mentira que arriesgarnos a luchar por cambiar nuestra vida y lo que nos rodea.
Lo cómodo en este Evangelio sería mirar a los políticos que lo hacen mal, a los líderes religiosos que lo hacen mal, a los medios de comunicación que manipulan, a la sociedad y la cultura imperante… y echar a ellos la culpa. Pero si nos quedamos ahí, acusando a otros de lo que sucede, no sirve de nada. Hay que dar un paso más: ¡mírate a ti mismo! ¿Qué hay en ti de Herodes, de Herodías o de su hija? ¿Cuántas veces eres capaz de pensar una cosa y hacer otra completamente incompatibles? ¿Cuántas veces prefieres no llamar a las cosas por su nombre para no tener que tomar postura y terminas dejándote llevar? ¿Cuántas veces te seduce el poder, el placer, la imagen, la posición?
Jesús -como hemos venido profundizando al leer el Evangelio- nos invita a vivir de un modo completamente distinto. Ser discípulos suyos puede significar muchas veces ir contracorriente. Pero también significa vivir en la verdad, en el bien, en la libertad, en el verdadero amor, en la justicia. ¿Herodes o Jesús? ¿Mentira, engaño, intereses… o verdad, libertad, justicia?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

XXII Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Mateo 16,21-27. 
Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá».
Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.

Viernes 28 de agosto

Viernes, 28 de agosto
San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: «Que llega el esposo, salid a recibirlo!» Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas: «Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas». Pero las sensatas contestaron: «Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis». Mientras iban a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: «Señor, señor, ábrenos».
Pero él respondió: «Os lo aseguro: no os conozco». Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.

Pistas: Hoy nos cuenta Jesús la parábola de las doncellas sensatas y las necias, que habla de estar vigilantes y preparados. Nos dice que no da igual tener una actitud u otra. Las necias podían haber ido a comprar aceite antes de dormirse y todo hubiera sido diferente.
Tal vez puedas entender el aceite como aquello que te permitirá tener encendida la luz: oración, sacramentos, vida interior, vivir como discípulo de Jesús… Esto te hará estar preparado. Pero si te duermes sin tener el aceite ¿qué puede suceder? Si consientes que tu vida se llene de oscuridad y dejas que el pecado y el mal entren en ella ¿qué puede suceder? Lee el Evangelio aplicándolo a tu vida. Jesús da muchas oportunidades, pero si te da igual dormir que tener aceite, si crees que es lo mismo vivir de un modo o de otro, cuando pase por tu vida y cuando llegue el momento final ¿qué puede suceder?
Por eso, ten preparado el corazón ¿Qué cosas necesitas cuidar para tener tu aceite preparado? ¿Cuáles te hacen estar dormido?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Jueves 27 de agosto

Jueves, 27 de agosto
Santa Mónica

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Mateo 24, 42-51
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.
Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre.
¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes.
Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, como se merecen los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Pistas: Después del discurso a los fariseos y letrados, en el que les reprocha su hipocresía y su doble vida, Jesús habla a sus discípulos. Y lo hace con un mensaje que indica la urgencia de seguirle: “Estad en vela”, “estad preparados”. Es una invitación a vivir como discípulos suyos, sin dejar pasar el tiempo.
Fíjate cómo resalta Jesús la seriedad de nuestra libertad, de las decisiones que tomamos y de cómo vivamos. No es lo que aparentes ser, sino lo que eres realmente. Y por eso, ahora es el momento de vivir en plenitud. Porque cómo vivas tendrá consecuencias. Puede ser un camino de realización de tu vida o que desemboque en la frustración más absoluta: “Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
Relee el Evangelio pensando en tu propia vida. Si la estás dejando pasar o si estás tomando las riendas de ella. Si te dejas llevar por lo pasajero o inviertes en lo eterno. Piensa en la seriedad de las palabras de Jesús de hoy.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Miércoles 26 de agosto

Miércoles, 26 de agosto
Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, virgen

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Mateo 23, 27-32
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes.
¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: «si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas»! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!

Pistas: Los sepulcros blanqueados diríamos hoy que son la sociedad de la imagen, las apariencias y del “postureo”. En muchos sectores de la sociedad o incluso en nuestra propia vida lo importante no es la verdad, ni lo que se hace en lo privado, sino lo que se ve externamente.
Los escribas y fariseos se llenan la boca diciendo que son justos, pero terminarán condenando a muerte a Jesús porque les molesta lo que les dice y su ejemplo. Y harán lo que criticaban a sus antepasados.
También nosotros corremos el riesgo de vivir como ellos: sólo de apariencias, llenos de egoísmo e intereses, justificando nuestros pecados. Nuevamente no se trata de condenar la sociedad o a los que viven así, sino de mirar dentro, mirar a la propia vida y descubrir lo que hay en uno mismo de fariseo.
Pon la luz de Jesús. Ella te mostrará la verdad y su misericordia limpiará tu corazón. El Espíritu Santo te dará la fuerza para vivir como discípulo de Jesús alejando de ti la mentira y la hipocresía.
El Evangelio nos invita a no tener dos caras, sino a vivir en la verdad, en la luz, siguiendo a Jesús. Para no caer en aquello que criticamos, para poder tener paz, para llamarnos hijos de Dios.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Martes 25 de agosto

Martes, 25 de agosto
Semana XXI del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo habló Jesús diciendo: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.

Pistas: Lo externo sin cambio interior no es más que una mentira disfrazada y no sirve para nada. El mero cumplimiento y la apariencia son hipocresía, ceguera y llevan a una autojustificación que no es compatible con seguir a Jesús.
Podríamos acercar más las palabras de Jesús a nuestros días poniendo ejemplos: el que paga la cofradía y va a las procesiones en Semana Santa pero su corazón está lejos de Dios y de todo lo que significa ser discípulo suyo. El que lleva a los hijos a hacer la comunión o a bautizar, pero no profundiza, ni vive la fe ni la transmite a sus hijos. El cura que tiene actitudes piadosas en su parroquia y cumple, pero es sólo fachada. O el que se preocupa de que la iglesia esté bonita o canta en el coro parroquial o es catequista o hace donativos… pero su corazón está lejos.
Piensa tú en tu propia situación ¿te podría decir a ti Jesús que eres un hipócrita? Desde la responsabilidad que tienes en la Iglesia, en tu comunidad, en tu familia o entre tus amigos… ¿Te fijas más en lo externo y en lo que los demás ven, que en dejarte transformar el corazón por Dios y vivir desde el interior? ¿Vives de las normas externas, pero te olvidas de amar y ser coherente con tu fe?
Deja que Jesús limpie tu interior. Fíjate que dice: “Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello”. Por eso, no permitas que lo superficial, las apariencias, lo exterior, la tradición… se conviertan en el centro de tu vida o te distraigan de lo verdaderamente importante. Vive desde el corazón. Vive en la verdad. Deja que tu corazón esté habitado por el Espíritu Santo y verás como todo se transforma. ¡Vive desde el corazón!

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Lunes 24 de agosto

Lunes, 24 de agosto
San Bartolomé, Apóstol

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 1, 45-51
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.» Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» Felipe le contestó: «Ven y verás.»
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?»
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.»
Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»

Pistas: Leemos hoy en la fiesta de San Bartolomé este pasaje del Evangelio de San Juan.
Un anuncio: hemos encontrado al Mesías. Una duda: ¿de Nazaret? Una invitación: “Ven y verás”. Y un encuentro que lo cambia todo.
Natanael (Bartolomé) descubre quién es Jesús cuando se encuentra y dialoga con Él. Es curioso cómo se desarrolla este diálogo. Primero Jesús le habla de quién es el propio Natanael (un israelita en quien no hay engaño). Cristo toma la iniciativa. Esto mismo sucede en el encuentro con Jesús que despierta la fe: hay un proceso en el que la persona descubre quién es, se conoce mejor a sí mismo.
Jesús es el Maestro, el Hijo de Dios, el Mesías prometido. Y termina repitiendo la invitación: “ven y verás”. “Has de ver cosas mayores”. Porque la fe es un proceso, un camino, una relación.
Este relato es también una pista para aprender evangelizar. Felipe cuenta lo que él ha descubierto, escucha lo que Natanael le dice, lo invita a que se encuentre con Jesús (no quiere convencerlo con argumentos y discusiones porque sabe que la verdad de quién es Jesús le convencerá). Y todo sucede en este encuentro. Si has encontrado a Jesús aquí tienes unas pistas para llevarlo a otros.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo 23 de agosto

Domingo, 23 de agosto
XXI domingo del tiempo ordinario, ciclo a.

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Mateo 16, 13-20
En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Felipe y preguntaba a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?
Ellos contestaron:
—Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. El les preguntó:
—Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
—Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Jesús le respondió:
—¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que esta en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo. Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Pistas: ¿Quién dice la gente que es Jesús? Y vosotros, y tú, ¿quién dices que es?
No es una cuestión para responder teóricamente, sino en diálogo con Jesús. Por eso, es mejor que te imagines a Jesús preguntándote ¿quién soy para ti? Que le respondas en oración ¿Quién es para ti? ¿Cómo influye en tu vida? ¿Qué lugar ocupa? De hecho, Pedro, responde desde la fe, Dios se lo ha revelado. Él es quién le ha permitido llegar a descubrir quién es Jesús realmente.
La fe tiene una doble perspectiva: Dios que se nos da a conocer, el don sobrenatural de la fe y la respuesta del hombre, que implica todo el ser (razón, sentimientos, voluntad…).
A la vez que Pedro descubre quién es Jesús, Él le hace descubrirse a sí mismo: eres Pedro, la roca; le da una tarea, una misión y le capacita para ella. Esto sucederá en tu vida si te fías de Jesús. Te encontrarás a ti mismo, encontrarás una misión, un camino, que dé sentido a tu vida y recibirás la fuerza para recorrerlo.
El de Pedro es el camino de ser roca para que la Iglesia de Jesús pueda crecer. La promesa de la llave y de atar y desatar, hace referencia a la autoridad que Pedro necesitará para guiar la Iglesia, que no le viene de su capacidad o de su fuerza, sino como don de Dios.
Por último, la promesa de Jesús es esperanzadora: “el poder del infierno no la derrotará”. Cuántas veces por las dificultades y persecuciones internas o por los pecados y mediocridad de los que formamos la Iglesia, parece que sí, que se va a derrumbar, que se va a acabar… Pero no es así, se mantiene, se sostiene, porque Jesús lo ha prometido.
El reto de esta semana es ponerte ante Jesús y escucharle decir: y tú ¿quién dices que soy? Para ti ¿quién soy? Y responderle.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.