Domingo 31 de mayo

Domingo, 31 de mayo
Solemnidad de Pentecostés

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Juan 7, 37-39.
El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús en pie gritaba: El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí que beba. (Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva). Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.

Pistas: Pentecostés. Hoy celebramos el acontecimiento que puso en marcha la Iglesia. He elegido el Evangelio de la Víspera porque es una invitación: ¿Tienes sed? ¿quieres descubrir en tu vida todo lo que hemos estado celebrando y anunciando en Pascua? Jesús ya ha sido glorificado (ha resucitado, está vivo): ¿Quieres que sus promesas se hagan realidad en tu vida? Acude a Él y llénate del Agua Viva. Acude a Jesús y llénate del Espíritu Santo.
Esta invitación no es para una élite de elegidos. Jesús lo promete para todo el que crea en Él. Jesús glorificado, por medio de su humanidad rebosante del Espíritu Santo, nos da acceso a la vida divina. Jesús, te “grita” -te dice con todas sus fuerzas- que acudas a Él y bebas. Entonces, llenará tu ser, saciará tu sed de plenitud, de libertad, de felicidad, de amor, de verdad, de vida…
Dios no es una teoría. Se le descubre entrando en relación con Él. Y el Espíritu Santo es Dios llenando tu ser. No fue una hipótesis en la vida de Jesús y lo demostró al resucitarlo de entre los muertos y glorificarlo.
Dios siempre, siempre, cumple lo que promete. No hubo un solo Pentecostés. Si lees el libro de los Hechos de los Apóstoles descubrirás que forma parte de la vida de la Iglesia. Y si estudias la historia de la Iglesia verás que no es un hecho del pasado. Hoy lo necesitamos nuevamente. En la Iglesia y en la vida de cada uno de nosotros.
Te propongo un reto para esta semana: Pregúntate ¿qué sed hay dentro de ti? ¿qué necesitas? ¿qué buscas? Y acércate a Jesús con fe, rézale, saca un rato cada día (no hace falta que sea muy largo pero hazlo cada día), y pídele a Jesús el agua de su Espíritu que podrá saciarte de verdad. Te garantizo que todo será nuevo, que podrás experimentarlo. ¡Ven, Espíritu Santo!

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 30 de mayo

Sábado, 30 de mayo
VII semana de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 21, 20-25
En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se habla apoyado en su pecho y le habla preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?»
Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?»
Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo.

Pistas: “¿A ti qué?” Termina la Pascua… y la tentación que tenemos tantas veces es mirar a nuestro alrededor y olvidarnos de la verdad que hemos estado celebrando 50 días: Jesús ha vencido, está vivo y resucitado. Te ama, te perdona, te salva. Te da el Espíritu Santo y sus dones. Y en todo lo que Jesús ha vencido tú eres vencedor por la fe en Él. Así que: ¿A ti qué?
¿A ti qué? Tú sigue a Jesús. Te entran dudas: ¿Y esa situación? ¿y aquello otro? ¿y por qué este…? Y ¡tanto mal y pecado! ¡cuánta mentira y egoísmo! ¡cuánto sufrimiento!… Pero: y ¿a ti qué? Tú sigue a Jesús.
Y si lo sigues, como hemos leído estas semanas, tendrás salvación, serás libre, tendrás vida, tendrás paz, harás obras como las de Jesús y mayores. Si le miras a Él, si le sigues, traerás su Reino a tu vida y a este mundo. Si le sigues a Él, el mal cada vez tendrá menos espacio en ti, en tu familia, en tu comunidad, en la sociedad y en el mundo.
Cristo está resucitado. Él te ha dado una nueva perspectiva, ha ampliado tus horizontes, te ha enseñado a vivir de otra manera, te ha mostrado el camino. ¿Qué harás tú? ¿le seguirás?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Viernes 29 de mayo

Viernes, 29 de mayo
VII domingo de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 21 ,15-19
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dice: «Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice: «Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

Pistas: «¡Sígueme!». Así termina la Pascua. Hoy y mañana, nos repiten los Evangelios: ¡Sígueme!
San Pedro negó a Jesús tres veces. Y hoy, Jesús resucitado deja que Pedro le diga tres veces que le ama. Parece como si quisiera ayudar a Pedro a borrar las huellas del pecado ya perdonado por Jesús. Es muy bonito caer en la cuenta de que amor y misión van unidos. Pedro no es como un asalariado que hace el trabajo por compromiso o por necesidad. La misión nace y se sostiene en la relación personal con Jesús.
Hoy, al finalizar la Pascua, después de haberte asomado al misterio de Jesús resucitado y su alcance, significado e implicación; después de todos estos días en los que has orado acercándote a Jesús, Él te pregunta a ti personalmente: ¿Me amas? ¿me quieres? Y si escuchas en lo profundo de tu ser, te encomienda una misión. Hoy es un buen día para escuchar la voz de Jesús en lo profundo de tu corazón. Seguro que sabes lo que quiere de ti, seguro que lo intuyes. Eso que no te quitas de la cabeza, eso que sabes que te pide que le entregues, ese camino que se está abriendo ante ti, eso que las “casualidades” te van haciendo ver cada día. Y Jesús te dice: “¿Me amas? ¿me quieres?”. A pesar de que le hayas negado o te hayas equivocado. Y también te pide que te fíes de Él y sigas el camino que pone ante ti.
La pregunta de Jesús podríamos decir que tiene truco, porque Él mismo te va a dar la fuerza para amar y saberte amado, para responder y seguirle, y para hacer lo que te pide. Esa fuerza es el Espíritu Santo y sus dones. Pídelo, Jesús lo prometió, y siempre, siempre, cumple lo que promete.
Jesús ha vencido a la muerte, al pecado y al mal. San Pedro, siguiendo a Jesús, acaba muriendo crucificado como su Maestro. Pero pone en marcha la Iglesia y trae al mundo el mayor regalo que le podemos hacer: vencer el mal con el poder de Jesús, hacer las cosas nuevas en Cristo, traer esperanza y amor. Hoy Jesús te invita a salir de tu pecado –como Pedro-, a superar tu pobreza. Te invita a vencer la mediocridad y la comodidad. Jesús te dice: Sígueme ¿me amas? ¡Sígueme!

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Jueves 28 de mayo

Jueves, 28 de mayo
VII domingo de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 17, 20-26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»

Pistas: Seguimos leyendo la oración de Jesús. Ora por los que crean a través del testimonio de sus discípulos. Y pide el don de la unidad. Pero no de cualquier tipo. No una unidad que sea uniformidad o que anule, o que nazca de acordar unos mínimos o de imponer una manera de hacer las cosas. Sino como la del Padre y el Hijo, una unidad perfecta en una diversidad perfecta. Porque el Padre no es el Hijo ni el Hijo el Padre, pero ambos son un solo Dios. Ser uno en esta perspectiva es amar. Sólo el amor puede crear este vínculo. Sólo el Espíritu Santo (que es el amor de Dios, que es Dios amando) puede crear la unidad que Jesús pide. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tan unidos que son un solo Dios. Tan diversos que son tres personas. Y los discípulos de Jesús, a imagen de Dios Trinidad, viviendo en el amor, unidos, harán posible que el mundo crea.
Jesús quiere que contemplemos su gloria, es decir, que le veamos repleto de Espíritu Santo. Que contemplemos el misterio de la resurrección y nos encontremos con Él vivo. Glorificado nos introduce en la vida misma de Dios y nos da el Espíritu Santo y sus dones. Jesús quiere que los que creemos en Él nos podamos sumergir en su misterio y en el misterio de Dios. Y para ello intercede por nosotros porque Él es el camino hacia Dios.
Jesús reveló en su vida terrena quién es Dios, el nombre de Dios. Y sigue haciéndolo, para que el amor de Dios esté con nosotros. Y cuando Dios ama, viene al corazón del hombre, nos llena el Espíritu Santo y sus dones, nos transforma venciendo al pecado y a la muerte, haciéndonos libres, llenándonos de fe, esperanza y amor.
En esta oración Jesús te recuerda que Dios te ama y es justo. Asómate al misterio de Dios, pídele que todo esto se haga realidad en tu vida, y que venga sobre ti el Espíritu Santo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración.y llévalo a tu vida.

Solemnidad de Pentecostés

Evangelio según San Juan 20,19-23.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».

Martes 25 de mayo

Martes, 26 de mayo
VII domingo de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 17, 1-11a
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste.
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste.
Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra.
Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado.
Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»

Pistas: A partir de hoy leeremos una larga oración de Jesús. Habla desde la perspectiva de la resurrección y casi parece que es Jesús resucitado el que habla. Vamos a ir desgranándola. Te aconsejo que cuando vuelvas a leer el Evangelio dejes que aquello que te toque el corazón resuene en ti, sin querer entenderlo todo ni profundizarlo todo.
La hora. En el Evangelio de Juan es el momento de la glorificación de Jesús. Pasa por la cruz y la condena a muerte. Jesús decide entregar la vida, nadie se la quita. Y la cruz es casi un trono, Jesús es exaltado en ella. Es la hora en que Jesús vence. Es la hora de la gloria.
La gloria es entrar en la plenitud de la vida divina. Jesús cumple su misión y es glorificado por el poder del Espíritu Santo. El Padre le confirma resucitándolo y Jesús, en su humanidad lleno, repleto y rebosante del Espíritu Santo, es glorificado junto al Padre. Ahí nos quiere llevar a los suyos, a la gloria, a la vida divina, a estar llenos del Espíritu Santo y poder entrar en la presencia de Dios. No de una manera figurada sino verdadera. Esto es orar y adorar.
Jesús tiene poder y da vida eterna. Jesús revela a Dios. Es el único camino (como venimos viendo todos estos días) para acceder a Dios. Y no lo hace por su cuenta: “Antes que el mundo existiese”. Esta frase hace referencia a que Jesús es más que un hombre. Nos ayuda a entender que se hace igual a Dios. Es la Palabra hecha carne. Es el Hijo de Dios hecho hombre. Jesús revela el nombre de Dios: nos da a conocer que Dios es Padre.
Comunica a sus discípulos las palabras del Padre. Recibirlas, guardarlas y creer en Jesús es el camino para participar de la gloria de Dios.
Jesús ruega por los suyos. Tú y yo somos de los suyos. Jesús ora por ti y por mí. Y quiere ser glorificado en nosotros, es decir, quiere que entremos la plenitud de Dios, que tengamos vida eterna. Estamos en el mundo, pero como nos decía el Evangelio de ayer, Jesús ha vencido al mundo, va delante, nos abre el camino para poder entrar en Dios y conocerle. Y este conocimiento nos hará estar llenos de Dios y de los dones del Espíritu Santo.
Sé que hay algunos aspectos que son complicados de entender. Pero lo más importante es que vayas asomándote en oración al misterio de Jesús que revela al Padre y que da vida eterna. Y poco a poco Dios te lo irá mostrando.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Lunes 25 de mayo

Lunes, 25 de mayo
Semana VII de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 16, 29-33
En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús:
—«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios.» Les contestó Jesús:
—«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo.»

Pistas: “Tened valor, yo he vencido al mundo”. Jesús resucitado ha vencido, Jesús el que ha vencido, el que está a la derecha del Padre, el que envía el Espíritu, el muerto que vive, el que ha sido despreciado y desechado y se ha convertido en el único camino de salvación.
Recuerda que Jesús está hablando con los discípulos antes de su muerte. Por eso les anuncia que se dispersarán y le dejarán solo. Pero no importan sus traiciones, su abandono o su mediocridad. Todo cambiará cuando se llenen del Espíritu Santo, puedan vencer las luchas porque Jesús ha vencido y se ha convertido en el camino de la salvación.
¿Quieres encontrar paz? Jesús dice hoy que no importan las luchas sino que Él ha vencido. Las luchas son inevitables, también los errores, pero cerca de Jesús participarás de su victoria porque Él ha vencido al mundo
¿Quieres tener valor? Sigue, lucha, persevera, adelante con Jesús. Él ha vencido y tú has vencido con Él.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo 24 de mayo

Domingo 24 de mayo
VII domingo de Pascua
La Ascensión del Señor

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Mateo 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Pistas: “Yo estoy con vosotros”. El Señor asciende al cielo. Jesús va delante de nosotros. Nos abre el camino a la presencia de Dios. Desde el Padre comparte con nosotros la riqueza de Dios. Se convierte en el mediador de toda gracia. Por medio de la humanidad de Jesús, el Padre, envía el Espíritu Santo.
En realidad, todo forma parte del mismo misterio: Jesús resucitado, está con el Padre y está también con sus discípulos.
Vamos a fijarnos en algunos detalles del Evangelio de hoy: “Algunos vacilaban”. Como a nosotros, les cuesta creer, dudan ante el nuevo modo de presencia de Jesús… Pero Jesús les dice que tiene poder y que va a estar con ellos para siempre. Les capacitará con el Espíritu Santo. Les envía. Les manda salir y hacer discípulos. Evangelizar. Y que el que crea se bautice, es decir, que entre a formar parte de la Iglesia. Donde le enseñarán a vivir como discípulo, como Jesús les ha mandado.
Jesús desde el Padre nos da la vida divina, nos introduce en Dios. Jesús tiene poder y nos envía a evangelizar y hacer discípulos. Nos da la Iglesia, la comunidad de los bautizados donde Él permanecerá por siempre.
Como hicimos el domingo pasado, te propongo un reto para la semana. El Evangelio de hoy contiene una promesa: estaré con vosotros. Y un mandato: id y haced discípulos. ¿Qué puedes hacer tú para hacer realidad lo que te pide Jesús hoy? Piensa en cosas concretas y con el poder de Jesús y la fuerza del Espíritu, lánzate a ello.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 23 de mayo

Sábado, 23 de mayo
Semana VI de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 16, 23b-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre.»

Pistas: El Evangelio de San Juan nos repite de muchas maneras que en Jesús hay salvación y que Él revela a Dios. Jesús es la Palabra, la luz, el camino, la verdad, la vida, el Hijo, la vid a la que hay que estar unidos, el Buen Pastor que da la vida por las ovejas, el Pan de vida, el que enviará el Espíritu Santo…
El encuentro y la fe en Jesús abren las puertas del cielo. En el nombre de Jesús hay poder. Y Jesús promete que resucitado nos dará de la riqueza de Dios y nos revelará al Padre. No sólo como una revelación intelectual sino Dios mismo y su riqueza. Jesús resucitado, el Hijo hecho hombre que muere y resucita, está en Dios. Por eso, la puerta a la presencia de Dios está abierta y el «Padre mismo os quiere».
Se acabó el poder del pecado, del mal, de la muerte, de la tristeza. Si te encuentras con Jesús, si recibes y acoges el regalo de la fe, tendrás una alegría completa. Que nadie te podrá quitar.
Siguiendo las instrucciones de este Evangelio, reza a Jesús, pídele su Espíritu Santo que te lleve a conocerle, a creer en Él y amarle. Y la puerta del Padre estará abierta.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Viernes 22 de mayo

Viernes, 22 de mayo
Semana VI de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 16, 20-23a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.»

Pistas: “Nadie os quitará vuestra alegría”.
Por un lado el mundo intentará quitar de en medio a Jesús y estará alegre porque creerá que ha vencido. No le importa todo el bien que hacía, ni quién podría ser, ni la verdad… Lo cierto es que en dos mil años no ha cambiado mucho la historia, parece que poco importan el bien, la verdad, la justicia o las personas… Y ahora, como entonces, puede parecer que el mal vence y que Dios no está. Vemos tanta gente buena y justa que sufre, tanto inocente que no lo merece y que pasa por verdaderos infiernos… Tanta gente que llora y no entiende ni encuentra esperanza. Pero Jesús vive, Él no se ha ido, Dios no se ha desentendido. Jesús se hace presente en medio de la comunidad y en los que creen en Él, en sus discípulos.
Por otro lado, este sufrimiento se parece al de un parto. El dolor, el sufrimiento, no son lo definitivo. Pero, a veces, como en una conversión, son el camino. A veces, el sufrimiento, la lucha, la dificultad, nos ha llevado a alcanzar algo que ni siquiera podíamos soñar. Lo definitivo es que va a haber vida, alegría y victoria. Lo definitivo es que Jesús va a estar ahí y que tu tristeza pasará. Lo definitivo es que ni la muerte, ni el sufrimiento, ni la soledad, ni el pecado, ni el mal, tienen la última palabra.
Aterriza todo esto pensando en tu vida: ¿Qué ocurre en tu propia vida, en la Iglesia o en el mundo? Puedes ponerle nombre a tus sufrimientos, tristezas y luchas, a tus decepciones y soledades… y después intenta levantar los ojos y mira a Jesús resucitado y vencedor. Porque cuando Él está “nadie os quitará vuestra alegría”.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida