Martes 31 de marzo

Martes, 31 de marzo
V Semana de Cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 8, 21-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
—«Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros.» Y los judíos comentaban:
—«¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: «Donde yo voy no podéis venir vosotros»?» Y él continuaba:
—«Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados.» Ellos le decían:
—«¿Quién eres tú?»
Jesús les contestó:
—«Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él.» Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús:
—«Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.» Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

Pistas: Jesús anuncia su muerte en la Cruz. Juan la presenta más como un trono y una glorificación que como un terrible instrumento de tortura. Jesús es el Yo soy (en el Antiguo Testamento, uno de los nombres de Dios), el testigo de la verdad, el Hijo, el que hace siempre la voluntad del Padre. En la Cruz será levantado pero no podrán reconocerlo.
Es dramático lo que refleja el Evangelio de hoy: Jesús será acusado y traicionado, lo crucificarán. Ya en aquel momento podían sorprenderse de cómo afronta Jesús la Cruz, pero no quieren ver. Después podrán escuchar que resucita, que la tumba queda vacía, pero no serán capaces de creer en Él.
Jesús dice que esto es por los pecados de los hombres y porque son del mundo. Por eso la Iglesia te invita en esta cuaresma a que seas menos del mundo (que cuides tu espíritu, que luches contra la tentación, contra el egoísmo…) y a que te arrepientas y te conviertas de tus pecados. No sólo eso. Te ha invitado a rezar más, a dar limosna, a ayunar…a cuidar el bien y luchar contra el mal.
Y si crees en Jesús todo cambiará. Le buscarás y le encontrarás. Mirarás la cruz y descubrirás en ella el poder de Dios que hace las cosas nuevas, que acepta el sacrificio de amor y obediencia de Jesús. Ahí la muerte es vencida, el pecado derrotado. Encontrarás en Jesús el camino a Dios, podrás descubrir la verdad.
Deja que el Evangelio de hoy te interpele. Y si hay pecado en ti, si no eres capaz de reconocer a Jesús, si te da miedo la cruz, si juzgas y condenas a otros como hacen los judíos en el Evangelio de hoy con Jesús, arrepiéntete y acércate a Jesús con humildad, Él hará también todo nuevo en tu corazón.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida

Lunes 30 de marzo

Lunes, 30 de marzo
V Semana de Cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.» Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

Pistas: Recuerda que un modo de orar con la Palabra de Dios es situarse en la escena e imaginarla, ponerse en el lugar de los personajes, descubrir qué nos puede enseñar para nuestra vida.
Hoy encontramos, por un lado, la ley sin misericordia que lleva al juicio, a la violencia, a la condena y a la muerte. Y, por otro, el amor misericordioso de Jesús que perdona, que salva y que invita a cambiar de vida.
El cambio de perspectiva es absoluto. Unos pecadores acusan a una mujer, pecadora como ellos (Jesús les dice: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra… se fueron escabullendo uno a uno”). No buscan cumplir la ley de Moisés sino encontrar argumentos contra Jesús. Pero Él no cambia su actitud ni a pesar del peligro inminente que corre su vida. Jesús viene a perdonar, a amar y a salvar: “¿Dónde están tus acusadores? ¿ninguno te ha condenado?… tampoco yo”. Le da nueva vida. Le ofrece otra oportunidad. El que no tiene pecado no juzga sino que muestra misericordia.
La misericordia no está reñida con la verdad ni con la exigencia, más bien al contrario. Jesús no la condena, pero le dice que tiene que cambiar de vida: “En adelante no peques más”.
Al releer el Evangelio piensa en qué te pareces a los que acusan a la mujer; en qué a la mujer que ha pecado y se ve desamparada, acusada, ridiculizada, humillada… En qué a Jesús que trae vida y salvación, en lugar de muerte y condena. Y pídele al Señor encontrar siempre su amor misericordioso y vivir en él.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo 29 de marzo

Domingo, 29 de marzo
IV semana de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

El Evangelio de este domingo es largo, pero lleno de detalles. No hay nada que se escribiese sin pensar, cada frase tiene un por qué. Por eso, te invito a que lo leas despacio. Fíjate en los personajes y sus sentimientos, pero también en las pequeñas cosas.

Evangelio según San Juan 11, 1-45.
En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. (María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera: el enfermo era su hermano Lázaro). Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo: Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo: Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea. Los discípulos le replican: Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?
Jesús contestó: ¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz. Dicho esto añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.
Entonces le dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, se salvará. (Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.)
Entonces Jesús les replicó claramente: Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: Vamos también nosotros, y muramos con él.
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús le dice: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
Ella le contestó: Sí, Señor: yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: El Maestro está ahí, y te llama.
Apenas lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él: porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y muy conmovido preguntó: ¿Dónde lo habéis enterrado? Le contestaron: Señor, ven a verlo.
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!
Pero algunos dijeron: Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa.) Dijo Jesús: Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le dijo: Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado. Y dicho esto, gritó con voz potente: Lázaro, ven afuera.
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: Desatadlo y dejadlo andar.
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Pistas: “Señor, tu amigo está enfermo”. “Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!”.
Jesús amigo. El que sabe lo que es amar, el que se conmueve. El que acabará entregando su vida por sus amigos. Jesús, el que llora con ellos y por ellos. El que tiene poder para cambiar las cosas. Lázaro, su amigo, resucitó para gloria de Dios, pero con el tiempo volvió a morir. No para siempre, porque Jesús venció en la cruz al enemigo que más miedo nos da: venció a la muerte. Y nos dio una vida plena que no terminará.
Lázaro, María, Marta, los discípulos, los amigos de Jesús. ¡Cuántas veces había ido con ellos a descansar a aquella casa! ¡Cuántas experiencias de amor mutuo! ¿No será esto ser cristiano? Jesús, tu amigo que viene a tu casa. ¿No será esto la Iglesia? Unos con otros, amigos de Jesús y de los otros, es una nueva familia.
Impresiona la frase de Tomás: “Vamos también nosotros, y muramos con él”. Porque este relato sucede poco antes de que maten a Jesús. Luego no fueron capaces de permanecer fieles. Pero su corazón estaba lleno de amor a Jesús, a los demás. Cuando se camina con Jesús el corazón se llena de amor. Pero les faltaba la fuerza del Espíritu Santo, después sí serán capaces de entregar su vida por Jesús.
“Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.” Jesús sabe lo que va a hacer, sabe lo que va a suceder ¿por qué llora? Los cristianos sabemos que la historia está en manos de Dios, que esto va a terminar bien. Pero ¿cómo no vamos a llorar ante el sufrimiento, ante la injusticia, ante el mal? ¿cómo no vamos a estremecernos ante el sufrimiento que vemos estos días? Y nosotros podemos dudar, podemos no entender… Pero sabemos que en Dios tenemos la respuesta y cuando le contemplemos cara a cara podremos comprender tantas cosas que se nos escapan en este mundo.
“Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”. Esta es la respuesta: la fe. “Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado.” La fe en Jesús y su Palabra. La fe en Jesús y su poder. Ésa es la que cambia todo. Una fe firme, valiente, confiada, poderosa… ¿Y si nos flaquea? Jesús fue a su casa, con sus amigos, porque eran sus amigos, y Él mismo hizo todo nuevo.
Fíjate en los detalles: quitar la losa, quitar las vendas y el sudario… que pueda andar. Jesús trae nueva vida. El que estaba muerto y sepultado puede andar, puede lanzarse a caminar. ¿Cuál es la losa? El pecado, la falta de fe, las dudas, la pobreza… aquello que está entre Dios y tú y no te deja creer. Las vendas y el sudario son las cosas que te atan y no te dejan avanzar. A veces necesitarás la ayuda de los demás para poder quitarlas (esto es la Iglesia que te acompaña). Jesús regala nueva vida, abre nuevos caminos que recorrer de un modo completamente novedoso. Qué bien nos viene recordar todo esto en estos tiempos.
“Ya huele mal”. A Jesús no le importa el hedor de nuestro pecado, la podredumbre de nuestro mundo… no le importa porque Él tiene fuerza y poder para cambiarlo todo.
Por último, “Jesús le dice: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. La vida eterna, vivir para siempre. Hay más que lo que ven nuestros ojos, hay más que lo que podemos tocar, medir, entender. El cielo no es una idea infantil… No lo podemos comprender ni imaginar con nuestra mente, Pero será vivir, vivir en plenitud, vivir con Dios. Todo lo pleno, bello, verdadero, bueno, feliz… de la vida nos habla de la eternidad. ¿Quién, a pesar de ser feliz, no quiere ser un poco más feliz cada día? ¿Quién aunque se sienta amado, no desea seguir experimentado eso cada día y si puede ser cada vez con mayor plenitud? Eso es el cielo, la respuesta a nuestros anhelos, la calma para nuestros miedos y dudas, la esperanza que nos tiene que lanzar a seguir luchando. El regalo que Dios nos hace. Vivir y hacerlo para siempre en su amor y su felicidad.
Podíamos seguir fijándonos en otros detalles del Evangelio y encontrar ideas para rezar. Te invito a que busques la tuya. ¿Qué es lo que Dios está diciéndote a ti hoy? ¿Qué es lo que toca tu corazón y te hace rezar?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 28 de marzo

Sábado, 28 de marzo
IV semana de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 7, 40-53
En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que hablan oído los discursos de Jesús, decían: «Éste es de verdad el profeta.» Otros decían: «Este es el Mesías.» Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?» Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: «¿Por qué no lo habéis traído?» Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre.» Los fariseos les replicaron: «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos.»
Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?» Ellos le replicaron: «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.» Y se volvieron cada uno a su casa.

Pistas: Nicodemo pregunta a los fariseos y sumos sacerdotes: «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?». Pero a ellos no les importa eso. Ya tienen claro lo que piensan de Jesús y buscan la manera de confirmar sus ideas, no de encontrar la verdad.
La gente al oír y ver a Jesús, por sus palabras y sus signos, y por su propio estilo de vida, creen en Él. Pero cuando los prejuicios religiosos y los intereses entran por medio, todo se oscurece. La Ley y los Profetas anuncian a Jesús, en Él se cumple de un modo absolutamente sorprendente y extraordinario las promesas y esperanzas del Antiguo Testamento, y alcanza su plenitud la revelación de Dios. Pero estos hombres expertos en la ley prefieren su religiosidad a entrar en lo profundo de la Palabra de Dios y descubrir en ella el camino hacia Jesús. Algunos si lo logran, y los Evangelios y el Nuevo Testamento está repleto de referencias al Antiguo Testamento que iluminan la figura de Jesús y muestran cómo en Él se cumplen y alcanzan plenitud.
Puedes llevar a tu propia vida lo que cuenta este Evangelio. “La gente que no entiende la Ley”, los que saben que necesitan más verdad, más luz en su vida, son capaces de reconocer a Jesús y entregar todo por Él. En cambio, los que se quedan encerrados en las tradiciones, los intereses o la religiosidad no. Tienen una manera de ser discípulos de Jesús triste, mediocre y en el fondo falsa. ¿Puede estar pasándote esto a ti? ¿o si tienes responsabilidad en la Iglesia, en tu ministerio? ¿o a tu comunidad? ¿puede que haya aspectos que te impiden descubrir a Jesús auténticamente y creer en Él?
A veces nos estancamos en nuestra vida de fe. Se enfría. Uno de los motivos puede ser una falsa, deformada o equivocada imagen de Dios. Y es necesaria la humildad de Nicodemo, que era un experto en la Ley, pero se acercó a Jesús a pesar de que hacía tambalear sus esquemas. Jesús hace las cosas nuevas, también en tu vida, pero tienes que querer acogerle y dejar a un lado tus ideas preconcebidas, dejarte sorprender, cambiar… Si quieres encontrarte con Dios, Él es el único camino.
En este tiempo tan extraño en que tantas cosas se tambalean, quizás sea un buen momento para acercarse a Jesús y (como le dirá a Nicodemo) nacer de nuevo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Viernes 27 de marzo

Viernes, 27 de marzo
IV semana de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 7, 1-2. 10. 25-30
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas.
Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene.»
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado.»
Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Pistas: En los capítulos del 1 al 12 de San Juan hay dos hechos que van a la par: por un lado, Jesús va revelando quién es y llevando a cabo su misión. Por otro, los judíos van rechazándole hasta que es condenado a muerte.
El de Juan es el Evangelio escrito más tardíamente, cuando el cristianismo ya se había separado completamente del judaísmo. En los sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) vemos que cada vez se va poniendo más tensa la relación de Jesús con las autoridades judías. En Juan la oposición judía contra Jesús es mucho más sistemática y abrumadora. Ya desde el principio hay una especie de control oficial sobre la actividad de Jesús. Hay una clara persecución contra Él: lo buscan para matarlo, intentan apedrearlo, tiene que huir, esconderse… Como en el de hoy, no puede deambular abiertamente.
Este Evangelio nos deja claro que la hora de Jesús se acerca. En Juan el tema de la “hora” es muy importante. Se puede incluso utilizar como criterio para estructurar el Evangelio y hablar de expectación de la hora (cc. 1-12) y llegada de la hora (cc. 13-20). La hora es el momento en que todo es consumado: la muerte y glorificación de Jesús. Jesús mismo entregará su vida. Por eso no pueden echarle mano. Porque “no había llegado su hora”.
Jesús afirma que procede del Padre y que no actúa por su cuenta sino enviado por «el que es veraz». Rompe esquemas. Y al intentar que puedan descubrir quién es se topa con la cerrazón en el corazón de las gentes. Ayer leíamos todo lo que daba testimonio de Él, pero no son capaces de superar sus ideas preconcebidas sobre cómo debe ser el Mesías. No lo ven aunque lo tienen delante.
Jesús les grita, intenta que reflexionen: “A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado”. En esta frase está apuntado gran parte del misterio de quién es Jesús. Es el que sólo se conoce de verdad a través de la fe. Jesús se hace igual a Dios, viene de Él, da testimonio de Él. Por eso, si te acercas a Él encontrarás el camino hacia Dios.
También a ti quiere revelarse y mostrarte quién es cada día de un modo más pleno. ¿Qué actitud tienes con Él? ¿Qué significa en tu vida? ¿Te cuesta verlo aunque lo tengas delante? No te desanimes y sigue caminando con Él para descubrirle como el Mesías. No te desanimes porque es el camino hacia Dios y hacia tu salvación.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Jueves 26 de marzo

Jueves, 26 de marzo
IV semana de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 5, 31-47
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?»

Pistas: ¿Quién es Jesús? Las obras que hace dan testimonio de Él. Juan el Bautista dio testimonio de Él. Las Escrituras dan testimonio de Él, “hay otro” (el Padre) y el Espíritu Santo que actúa en Jesús y da testimonio de Él. Pero Jesús dice que todo esto da igual si “no queréis venir a mí para tener vida”. No será posible si en tu libertad le dices que no a Jesús y prefieres quedarte con otras cosas.
Si prefieres tu propia gloria, o dar gloria a otros según tus intereses y egoísmos. Si prefieres tu luz y tu verdad, a la luz y verdad de Jesús. Si te apartas del amor para vivir en la búsqueda de placeres o en una religiosidad como la de los judíos a los que Jesús habla hoy. Si alguna de estas cosas sucede en tu vida, puede que tengas a Jesús, la luz, la vida, la salvación, la verdad, el camino hacia Dios, a tu lado y no te des cuenta. Puede que tengas delante la respuesta a lo que necesitas y buscas, y no la encuentres.
El Evangelio de hoy es una invitación al encuentro con Jesús. En estos días tan raros y difíciles, tan llenos de incertidumbres, tiene más sentido que nunca. En estos días en los que nos bombardean con tantísima información, tantas iniciativas para estar entretenidos, ocupados y a veces hasta agobiados… el Evangelio de hoy te dice que si te encuentras con Jesús todo cambiará y para ello tienes que mirarle superando los obstáculos que cada uno de nosotros pueda tener.
Pregúntate ¿Cuántas cosas en tu vida te hablan de Jesús y dan testimonio de Él? ¿cuántas veces buscas en otros sitios lo que sólo Jesús puede darte? Y, si quieres, abre el corazón, pide fe y le encontrarás.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Miércoles 25 de marzo

Miércoles, 25 de marzo
La anunciación del Señor, solemnidad

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 1, 26-38
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó:
«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.

Pistas: Nueve meses antes de la Navidad la Iglesia celebra la fiesta de la Anunciación como un pequeño paréntesis en medio de la cuaresma.
Este relato de Lucas nos presenta un momento impactante de la historia de la humanidad en el que una mujer con su “sí” lo cambia todo. De ella nacerá el Hijo de Dios. La Virgen dará a luz un hijo por obra del Espíritu Santo. María es la elegida, la llena de Gracia, la Toda Santa, la Inmaculada. Y, sin embargo, aunque Dios tiene un plan para ella, aunque ha sido elegida, tiene que decir que sí y aceptarlo.
Aquí se nos presentan la gracia de Dios y la libertad del hombre para responder. La llamada y la respuesta. Y las consecuencias que esa respuesta tiene para la propia vida y para la de los demás. Tu sí a Dios también puede cambiar muchas cosas en la historia.
El Hijo de Dios se hará hombre. Nacerá de una mujer, de María, desposada con José (descendiente de David para que se cumplan las promesas del Antiguo Testamento). Se hace hombre en una familia humilde, en una situación histórica concreta. Si recuerdas la vida de José, María y Jesús, la encontrarás llena de dificultades, como la nuestra. Pero llena de la presencia del Espíritu Santo y del amor del Padre.
“Para Dios nada hay imposible”. Una virgen madre, una anciana estéril madre. Para Dios nada hay imposible, todo lo hace nuevo… y allí donde parece que no será posible la vida, la alegría, la salvación o la esperanza, el Dios de lo imposible trae su salvación del modo más sorprendente.
Y todo ello es posible por el «hágase» de la Virgen María, que no dudó: «Aquí está la esclava del Señor».

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

V Domingo de Cuaresma

Evangelio según San Juan 11,1-45.
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta.
María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo».
Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea».
Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?».
Jesús les respondió: «¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él».
Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo».
Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará».
Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto,
y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo».
Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él».
Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas».
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día».
Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?».
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama».
Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro.
Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado.
Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto».
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado,
preguntó: «¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás».
Y Jesús lloró.
Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!».
Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?».
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima,
y dijo: «Quiten la piedra». Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto».
Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?».
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste.
Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!».
El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar».
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.

Reflexión:

“Yo soy la resurrección y la vida… ¿crees esto?”

Lázaro muere y con el mueren todas sus esperanzas, todas sus inquietudes  y todos sus anhelos… Quizás nosotros, equivocadamente, pensamos que viviremos para siempre y la muerte nos humaniza recordándonos nuestra radical contingencia. Nos hace poner los pies en el suelo para que sopesemos la importancia que le damos a determinadas cosas en la vida y el espacio que les dedicamos en nuestro corazón. No todo tiene la misma importancia y solamente creyendo en Cristo poseemos la vida porque él nos muestra que es VIVIR, no es navegar, sobrevivir, pasar… es VIVIR es ser conscientes del entorno que nos rodea y de nuestra propia existencia.

“…¡Lázaro ven fuera!” y Lázaro se levanta y vuelve a la vida, su vida anterior no existe, ¡pasó! ahora resucitado VIVE una nueva vida y es consciente de que es un regalo de Dios, ya no puede volver a lo mismo.

¿Somos nosotros conscientes de que la vida que tenemos no es nuestra? Si lo somos, bendito sea el Señor, si no lo somos, pidamos al Señor que nos resucite, que nos levante de nuestras muertes para que podamos VIVIR, pidámosle que también a nosotros nos mande salir fuera, salir de la oscuridad de ese sepulcro que nosotros, trabajosamente, hemos comprado y que nos está impidiendo ser felices.

“Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?»

Hoy sigue preguntando por nosotros, sigue preguntando donde estamos enterrados, porque algunos de nosotros no somos capaces de descubrir a Dios en nuestra vida si no nos resucita. “Os sacare de vuestras tumbas y así sabréis que yo soy el Señor” dice la primera lectura, lo que no dice es que nosotros tenemos que querer ser rescatados. Somos y seguiremos siendo libres pero lo que determina quienes somos, es lo que hagamos con nuestra libertad.

Ojala que todos al final de esta cuaresma seamos capaces de seguir a Jesús hasta la Pascua, sabemos que hay traición y cruz, pero también sabemos que estamos llamados a resucitar con El.

Que este último domingo de cuaresma sea en el que nos convirtamos de vedad para VIVIR.

Feliz Domingo

Domingo 22 de marzo

Domingo, 22 de marzo
IV domingo de cuaresma, ciclo A

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Juan 9, 1-41.
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego? Jesús contestó: Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: ¿No es ése el que se sentaba a pedir? Unos decían: El mismo. Otros decían: No es él, pero se le parece. El respondía: Soy yo.
Y le preguntaban: ¿Y cómo se te han abierto los ojos? Él contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.
Le preguntaron: ¿Dónde está él? Contestó: No sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo. Algunos de los fariseos comentaban: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? Él contestó: Que es un profeta.
Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve? Sus padres contestaron: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: Confíésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. Contestó él: Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.
Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos? Les contestó: Os le he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos? Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene.
Replicó él: Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder. Le replicaron: Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros? Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del hombre? Él contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: Lo estás viendo: el que te está hablando ese es. El dijo: Creo, Señor. Y se postró ante él.
Dijo Jesús: Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos.
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: ¿También nosotros estamos ciegos? Jesús les contestó: Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.

Pistas: ¿Por qué suceden las cosas malas? ¿Quién pecó para que vengan desgracias? Jesús afirma que no es por el pecado nadie, sino para que se manifiesten las obras de Dios. Los judíos pensaban que la enfermedad y las desgracias eran consecuencia y castigo por el pecado. Jesús enseña que Dios está siempre al lado del que sufre, lucha contra el mal, el sufrimiento y la muerte… Pero, también está el misterio incomprensible de la Cruz como camino para la resurrección (a veces, a pesar de rezar a Dios, a pesar de saber que Dios está, aparece la Cruz y hay que recorrer ese camino). Podemos llevar esta idea a la situación que estamos viviendo y caer en la cuenta de que esta es una ocasión para que se manifieste la obra de Dios. ¿En qué se puede manifestar con tanto sufrimiento, tanta incertidumbre? Responded cada uno a esta pregunta. En mi vida ¿en qué se puede ver la obra de Dios? Tal vez ¿en que rece más?, ¿en que ame más?, ¿en que sepa construir unidad? o ¿en que busque la verdad y la justicia? ¿En qué se puede ver en esta situación tan difícil que atravesamos la acción de Dios?
Jesús, podía haber curado al ciego imponiéndole las manos o rezando por él, como había hecho en tantas otras ocasiones. Sin embargo, le cura de una manera extraña. Es como si quisiese que este hombre le conociera poco a poco.
No le pregunta si tiene fe, simplemente le llama, le ordena algo (de lo más extraño), el ciego obedece y queda curado. Después decide hacerse discípulo de aquel hombre que le ha salvado.
Y los fariseos, una vez más, son incapaces de comprender lo que Jesús hace. Al final les pregunta el ciego “¿también vosotros queréis ser discípulos suyos?”. Ni se alegran por el ciego, al que siguen considerando impuro, castigado por Dios. Ni están dispuestos a cambiar de idea sobre quién es Jesús. Prefieren sus ideas religiosas sobre el Dios que castiga, el sábado… El ciego lo ha comprendido: Dios está con Jesús. Ellos no quieren ver y por eso les sucede lo más triste que puede ocurrirle a alguien, se quedan encerrados en su mentira, incapaces de avanzar hacia la verdad. Creen que tienen futuro, pero en realidad se quedan en el pasado. Y cuando crean haber vencido a Jesús, por el camino más misterioso (el de la Cruz), Jesús les habrá vencido a ellos.
Si lees despacio este largo relato de Juan encontrarás muchos caminos para rezar, para iluminar tu vida y la situación presente. Párate en lo que Dios te inspire y reza.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 21 de marzo

Sábado, 21 de marzo
III semana de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.»
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.»
Os digo que este bajo a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Pistas: Para comprender mejor este Evangelio pensemos quiénes son los destinatarios de este mensaje. Aquellos que “teniéndose por justos se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás”.
Hoy podíamos pensar: “yo, ni robo ni mato, soy mejor que muchos”. O “yo voy a misa y rezo, soy mucho mejor que todos esos…”. O “estoy harto, nadie va a cambiar, yo sé mucho más que todos esos, yo tengo más fe, yo soy mejor”. Y a ti y a mí, que tenemos algo de esto, Jesús nos dedica hoy esta parábola.
Dos personajes. Un fariseo: alguien “bueno”, cumplidor, que hace lo que tiene que hacer, pero pagado de sí mismo, seguro de su bondad. Sus cumplimientos no le acercan a Dios ni a los demás, todo lo contrario. No busca encontrarse con Dios, sólo decirle lo bueno que es. Por tanto, ni le escucha, ni establece una relación con Él, ni puede dejarse amar o experimentar la misericordia de Dios, ni Dios puede darle luz para que cambie las cosas que hace mal… Tampoco es capaz de acercarse a los demás. Se siente por encima, mejor que ellos.
Por otro lado, tenemos al publicano. Piensa en alguien que traiciona a España, se aprovecha de los españoles (eso en el fondo eran los publicanos, trabajaban para el Imperio Romano invasor). Pero éste sí establece una relación con Dios ¿Por qué? Porque es capaz de ser humilde, es decir, de ver la verdad de sí mismo. Es un pecador. Sabe que no merece la compasión de Dios. Éste será enaltecido ¿Qué quiere decir esto? Que Dios lo va a levantar de la mentira en la que vive. Tendrá que cambiar de vida, claro… no queda justificado porque pueda seguir siendo un pecador. Si establece una relación con Dios su vida cambiará, seguirá pecando y cayendo, pero Dios lo levantará cada vez.
Ahora mira a tu vida ¿qué tienes de cada uno de los personajes de la parábola? ¿qué te está diciendo Dios en su Palabra?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Manuel