Viernes, 31 de enero
III Semana del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)
Evangelio según San Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, decía Jesús a las turbas: El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.
Dijo también: ¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.
Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender.
Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Pistas: Lo único que tiene que hacer el sembrador es echar la semilla. Y sin que él sepa cómo, germina, crece y da fruto. Fíjate: la fuerza está en la semilla, nadie la controla ni la obliga a crecer. Es un proceso, hay que tener paciencia hasta ver la cosecha. Hay que acostarse y levantarse. Dios es el que hace fructificar su semilla, pero hace falta un sembrador.
El grano de mostaza se convierte en un arbusto. Lo pequeño, lo que parece débil e insignificante, al ser sembrado, brota, crece y da fruto. Se hace tan fuerte y poderoso que puede servir de cobijo y protección.
¿Y en tu propia vida? ¿En la Iglesia? Piensa en lugares, momentos, personas… en los que tú puedas sembrar. Puedes pensar también si estás dejando que sea sembrado en ti el Reino.
Es el tiempo de sembrar… Siembra la semilla pequeña y ten paciencia. Espera. Brotará, crecerá, dará fruto, servirá de cobijo y protección. Esto es la Iglesia, éste es el Reino, que comienza y se realiza en lo pequeño y en lo cotidiano, como regalo. Por eso nuestra labor es sembrar.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.