Lunes 30 de septiembre

Lunes 30 de septiembre
San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 9, 46-50
En aquel tiempo los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo:
El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.
Juan tomó la palabra y dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.
Jesús le respondió: No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro.

Pistas: Jesús acaba de anunciar a sus discípulos que va a padecer mucho, morir y resucitar. Y ellos se ponen a discutir de los puestos. Todavía les falta mucho camino para comprender a Jesús. Esta vez Él se adelanta a la pregunta de sus discípulos, toma a un niño y lo pone en medio. “El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado”. Ser grande significa acoger al pequeño, y esto implica acoger a Jesús y al Padre. Implica tener un corazón abierto al otro, al que es pequeño y no puede darme nada a cambio. Difícilmente podrá hacer esto el que busca puestos y reconocimientos, el que planifica cómo actuar para lograr su objetivo.
¿Quién es importante para Jesús? El que ama, porque sólo así podrá hacer realidad la acogida que Él pide.
Por si no había quedado claro: “el más pequeño de vosotros es el más importante”. ¿Cuántas veces funcionamos al revés? El importante es el que tiene dinero, poder, fama, el que puede hacer algo por nosotros… Sin embargo, al pequeño, el que no nos puede devolver nada, el que nos necesita… lo vemos como una carga y no lo queremos en nuestra vida. Sólo aprendiendo a amar como Jesús amó, sólo experimentando el amor incondicional de Dios, se puede tener la actitud que pide hoy Jesús en el Evangelio: hacerse pequeño, no vivir del qué dirán, para así amar y acoger a todos.
A continuación, Juan le cuenta a Jesús que quisieron impedir a uno que echaba demonios en su nombre, hacerlo. Jesús le enseña: está a favor nuestro, no se lo impidas. ¿Cuántas veces creemos que nuestro grupo eclesial, nuestro movimiento, nuestra parroquia, son mejores? Si los demás no hacen las cosas como nosotros, no nos gustan. Este hombre actuaba con el poder del nombre de Jesús. Había entendido que Jesús podía vencer al mal y estaba actuando. Y si en vez de tratar de destruir al que no comprendemos nos acercamos a él… ¿no será ese el camino que Jesús nos pidió al decir que fuésemos uno?
Amar, acoger, estar unidos para ser importantes, para ser grandes, para ser discípulos de Jesús.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo 29 de septiembre

Domingo 29 de septiembre
XXVI domingo del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 16, 19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
—«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán.
Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó:
«Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.» Pero Abrahán le contestó:
«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.
Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.» El rico insistió:
«Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.» Abrahán le dice:
«Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.»
El rico contestó:
«No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.» Abrahán le dijo:
«Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.»»

Pistas: Es muy elocuente esta parábola. Un rico que banquetea, un pobre que muere de hambre a su puerta. Y el desenlace de la vida de ambos.
Miremos nuestra “sociedad del bienestar”. Estamos enfrascados en alcanzarla. Pero ¿para quién? Para nuestro mundo occidental. Y no nos importa que los pobres se mueran en sus países o a la puerta de los nuestros. O, sin ir tan lejos, aquí a nuestro lado, que me vaya bien a mí y a los míos, el resto no me importa. Del mismo modo, en la lectura, el rico actuaba como si no estuviera Lázaro. Él iba a lo suyo.
¿No hacemos eso nosotros también? Sólo nos van a pedir cuentas de lo que estaba en nuestra mano, pero nos las van a pedir. Ésta es la otra idea de la parábola: las decisiones que tomamos, el uso que hacemos de nuestra libertad, tiene unas consecuencias. Y son para nuestro mundo, para nuestra sociedad y para nuestra vida. Si siempre vivo mirándome a mí mismo y cerrándome al prójimo, y Jesús ha enseñado que en el amor al prójimo me juego mi relación con Dios, le estoy diciendo que no a Dios y a su amor. Estoy cerrándome las puertas de la salvación, las puertas del cielo. Porque si yo descubro que hay más que lo que puedo ver y tocar, si descubro que hay un Dios que me ama, si entro en el estilo de vida de Jesús… mi vida tiene que cambiar.
Aquí estamos a tiempo de ver la realidad, de luchar por cambiar lo que está en nuestra mano, de transformar la sociedad a través del amor y la misericordia (sin ingenuidades), con el estilo de vida de Jesús. Después, nos enseña también esta parábola, no hay marcha atrás –“nos separa un abismo”-, porque ya habremos tomado decisiones.
Otra idea que puede hacernos pensar es: si uno no quiere ver, aunque resucite un muerto y venga a contarnos la verdad, no creerá. Jesús ha resucitado y la Iglesia da testimonio de Él y transmite su mensaje, pero si no quieres ver, si no quieres oír, tal vez vivas feliz como Epulón con sus banquetes, pensando que lo tienes todo y en realidad no tienes nada. ¿Quieres ver, quieres creer? Acércate a Jesús y vive como discípulo suyo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Viernes 27 de septiembre

Viernes 27 de septiembre
San Vicente de Paúl, presbítero

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio Según San Lucas 9, 18-22
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos contestaron: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro tomó la palabra y dijo: El Mesías de Dios. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y añadió: El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pistas: Quizás ésta sea la clave: ¿Quién es Jesús? La gente dice cosas… Tú puedes vivir de oídas. La Palabra de Dios te da una respuesta, pero se queda corta si no la conviertes en experiencia. Si no descubres que Jesús está realmente vivo a tu lado y en tu vida.
En este pasaje que acabas de leer Jesús no quiere que sus discípulos se dejen llevar por lo que dice la gente ni que se confundan con un mesianismo triunfante y con tintes políticos. Quiere poder seguir enseñando quién es Dios, trayendo el Reino de Dios, mostrándolo con su vida. Quiere que le conozcan realmente.
Y, entonces, les anuncia el camino de la entrega. Su muerte y resurrección. Es el Mesías, sí, pero no al modo que los hombres podemos pensarlo o imaginarlo… sino por un camino incomprensible: el de la muerte, el desprecio, la ejecución. Pero ahí aparecerá la victoria de la resurrección y la garantía de que todo el mensaje de Jesús es verdadero.
¿Quién es Jesús? ¿El que dicen los demás, el que te imaginas tú? Jesús es el que muere y resucita por ti. El que quiere encontrarse contigo para que le conozcas y descubras el amor del Padre y te llenes del Espíritu Santo. ¿Quién es Jesús?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Jueves 26 de septiembre

Jueves 26 de septiembre
Santos Cosme y Damián, mártires

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 9, 7-9
En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: A Juan lo mandé decapitar yo.
¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas? Y tenía ganas de verlo.

Pistas: ¿Se puede vivir de supersticiones, habladurías o de lo que otros dicen o piensan? Hay que vivir, hay que experimentar, hay que encontrarse cara a cara con Jesús. Si no, no sabrás a qué atenerte.
Este camino lo tienes que recorrer tú si quieres descubrir la verdad. No te conformes con lo que cuentan otros: busca, duda, reza, lucha… y descubrirás si es verdad y cuál es su sentido.
Si tienes responsabilidad en la Iglesia o en tu comunidad estarás preocupado por tanta gente que vive de oídas, alejada, sin entender y a veces sin querer descubrir más allá de lo que les cuentan. Tienen una imagen de lo negativo de la Iglesia y de los que la formamos. Pero. por otro lado, lo que dice el Evangelio, el bien que hacen tantas personas de fe, el testimonio de muchos… parecen indicar algo. Pero no saben a qué atenerse. Y, al final, hasta que no se encuentren con Jesús, hasta que ellos mismos no experimenten la realidad de la presencia de Jesús y el poder del Espíritu Santo, permanecerán en la incertidumbre, en el pasotismo, en la duda y lejos de la salvación de Jesús.
Vivir en la indeterminación o encontrar sentido y respuestas. ¿Quieres ver a Jesús?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

XXVI Domingo del tiempo ordinario

Evangelio según San Lucas 16,19-31.

Jesús dijo a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes.
A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro,
que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.
Entonces exclamó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan’.
‘Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.
Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí’.
El rico contestó: ‘Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre,
porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento’.
Abraham respondió: ‘Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen’.
‘No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán’.
Pero Abraham respondió: ‘Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'».

Martes 24 de septiembre

Martes 24 de septiembre
Bienaventurada Virgen María de la Merced

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 8, 19-21
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces le avisaron: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte. Él les contestó: Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra.

Pistas: Escuchar y poner por obra la Palabra de Dios te hace familia de Jesús. Éste es el tipo de relación que Jesús ha venido a construir. No la de un amo y sus siervos, ni la de un líder y sus seguidores. Sino la de una familia auténtica.
Por tanto, ser discípulo de Jesús no sólo es seguirle, cumplir, conocerle… Es establecer una relación con Él. Si vives como discípulo de Jesús, serás de los suyos, de los de su casa, de su familia.
Así es el Dios cristiano. El que se acerca tanto a nosotros que nos hace entrar en su vida y nos la regala. El padre de la parábola del hijo pródigo que cuando vuelves después de tus errores te recibe en casa de nuevo. Y, si ya estás en casa –como el hermano mayor- te dice: “todo lo mío es tuyo”. Construir este tipo de relación es el camino que vas recorriendo día a día al rezar con la Palabra de Dios.
La familia de Jesús son “los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra”. ¿Quieres ser de los suyos? ¿quieres que Dios no esté lejos sino que sea Padre, hermano, amigo, tan interior a ti como lo es el Espíritu Santo? Aprovecha este evangelio para hacerte las siguientes preguntas: ¿iluminas tus circunstancias, tus decisiones, tus relaciones con la Palabra de Dios? ¿qué tienes que cambiar, en qué tienes que avanzar para que tu fidelidad sea cada vez mayor?
Recuerda que Jesús te da la fuerza para hacer lo que te pide y el Espíritu Santo hace posible que se haga realidad lo que la Palabra de Dios anuncia. Por eso, no tengas miedo y avanza.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Lunes 23 de septiembre

Lunes 23 de septiembre
San Pío de Pieltrecina, presbítero

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 8, 16-18.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz.
Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público.
A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.

Pistas: ¿Qué sentido tiene encender una luz para esconderla? La luz está para alumbrar, para dar calor, para mostrar la verdad, para iluminar, para guiar… Jesús es la luz. Y Él está puesto para que se le vea. A eso ha venido. A eso viene también a tu vida, a tu familia, a tu parroquia, a tu comunidad… Jesús es la luz, y si te encuentras con Él traerá esa luz a tu situación. Por eso, si lo escondes, si no quieres ver ¿para qué sirve? Y esa luz no sólo es para ti, ya que tú podrás llevarla a otros si la acoges.
“Al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener”. ¿Qué quiere decir esta frase de Jesús? Una vez más tenemos que entender cómo explica Jesús el Reino, la salvación, la bienaventuranza (la felicidad), la fe, la esperanza, el amor… Todo esto es un don, un regalo. Lo recibe el que se atreve a aceptarlo y llevarlo a cabo en su vida. El que comprende que viene de Dios y se hace discípulo de Jesús.
El que ama con el amor de Dios cada vez tendrá más amor. El que acepta la salvación de Jesús, recibe el Espíritu Santo y sus dones, y éstos nunca se estancan, sino que crecen. El que cree, ama o tiene esperanza, si persevera en ese camino, cada vez recibirá más porque “al que tiene se le dará”. El que va dejando que la luz de Jesús ilumine su vida, cada vez verá mejor y más claro.
Pero, si no quieres acoger el regalo, si te cierras, si buscas por caminos equivocados que te hacen creer que tienes la salvación o que tienes aquello que necesitas, llegará un momento en que perderás hasta lo que crees tener. Porque si tu felicidad está puesta en tus riquezas, en tu fama, en tus habilidades, en las personas que te rodean, en tu salud, en el éxito… -piensa tú dónde la pones- cuando te falle eso, te quedarás sin lo que crees tener, en el más absoluto vacío, quizás al borde del abismo. Sin embargo, la promesa de Dios no falla, porque su salvación es un regalo que nadie ni nada te lo podrá quitar. Y crecerá día a día, si lo sigues acogiendo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo 22 de septiembre

Domingo, 22 de septiembre
XXV tiempo ordinario, ciclo C

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 16, 1-13.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:»¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.»
El administrador se puso a echar sus cálculos: «¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.»
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: «¿Cuánto debes a mi amo?» Éste respondió: «Cien barriles de aceite.»
Él le dijo: «Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.» Luego dijo a otro: «Y tú, ¿cuánto debes?»
Él contestó: «Cien fanegas de trigo.»
Le dijo: «Aquí está tu recibo, escribe ochenta.»
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.»

Pistas: Curiosa la parábola la que cuenta hoy Jesús. Habla de la astucia. A sus discípulos les quiere enseñar a actuar con inteligencia.
Qué lejos está esto de la imagen que a veces se transmite del cristiano como alguien conformista, que busca en la fe un refugio, gente débil… Jesús nos propone algo completamente distinto: que seamos capaces de trabajar con lo que tenemos.
Si lo piensas bien, muchas de las ventajas que disfrutamos en el estado de bienestar nacen de injusticias (móviles construidos con materias primas extraídas en países del tercer mundo de los cuales se abusa y cuyos empleados son explotados en muchas ocasiones, avances tecnológicos y consumo que suponen la destrucción del planeta, o la ropa que vestimos que han hecho unos niños en Asia, el trabajador precario que es explotado. La misma estructura de consumo y económica en la que estamos metidos es el dinero injusto. La pregunta es: ¿Qué hago yo con eso? ¿Aumento la injusticia o busco lo que me puede llevar a la vida eterna?
Y nuevamente Jesús llama a un seguimiento auténtico y a la fidelidad a Dios. Sin medias tintas, sin regateos. ¿Cuántas veces la seducción del dinero lleva a divisiones familiares, con amigos, a la corrupción…? Jesús enseña a sus discípulos: En lo pequeño, hay que ser de fiar, hay que hacer las cosas como discípulos suyos. No hay opción a tibiezas. La invitación a cambiar el mundo está sobre la mesa ¿La aceptas?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 2-

Sábado, 21 de septiembre
San Mateo, Apóstol

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió.
Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Pistas: Si fuésemos unos judíos de bien, en el mejor de los casos consideraríamos a Mateo y sus amigos, cobradores de impuestos y simpatizantes de los romanos, como unos oportunistas que se aprovechan de la situación social de dominio. Que explotan a su pueblo y aceptan una nación invasora. Unos pecadores, sin escrúpulos, porque van contra los suyos.
Sin embargo, Jesús ve más allá. ¿Qué ha visto en Mateo? ¿Qué ha visto en ti y en mí? Si escuchas su voz y le sigues lo descubrirás como lo hizo Mateo. Y si te arriesgas a escucharle y seguirle te dará un por qué, un motivo, un horizonte por el que luchar.
Tal vez Mateo era feliz con su vida. Pero Jesús le llamó y él le siguió. ¿Qué hay peor que estar enfermo y no saberlo? Jesús ha venido a decirte que hay un camino de plenitud y felicidad, mayor que cualquier otro. Un camino que da un corazón nuevo (“misericordia quiero”). Si escuchas su voz y le sigues, se sentará a tu mesa. No será un extraño ni te mirará desde lejos esperando a que seas digno, estará contigo.
Para la cultura judía, y en la Biblia tiene este sentido, sentarse a la mesa con alguien es entrar en comunión con él. No es simplemente estar sentados uno al lado de otro… Los paganos, los pecadores, los impuros, no se invitan a casa, ni se sienta uno en su mesa para no contraer impureza. Y, al contrario, sentarse con justos da prestigio. Jesús se sienta a la mesa con aquellos que no lo merecen, pero lo necesitan. Con aquellos que le han abierto la puerta. ¿Te atreves a escucharle y pedirle que se siente a tu mesa?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Viernes 20 de septiembre

Viernes, 20 de septiembre
Santos Andres Kim Taegon, Pablo Chong Hasang y compañeros mártires.

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Lucas 8, 1-3
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Pistas: En tiempo de Jesús era frecuente que un maestro fuese con su grupo de discípulos. Muchos de ellos sólo permitían que les siguiesen aquellos que consideraban más dignos o que podían darles prestigio. Pero Jesús hace todo lo contrario: entre los que le siguen hay marginados, pecadores, publicanos, mujeres…
La presencia en el grupo de mujeres que siguen a Jesús y son discípulos es algo revolucionario. Jesús confiere dignidad y papel nuevos a la mujer. No sólo porque le otorga el derecho a conocer las «buenas noticias del reino de Dios», sino también la participación en el ministerio. Algunos rabinos dudaban incluso de la capacidad de la mujer para aprender la Torah (la ley judía). Pero en los evangelios las mujeres son las primeras que llevan a los apóstoles la noticia de la resurrección. Jesús no hace distinción, ofrece su amor y salvación.
¿Quieres ser discípulo suyo? Síguele, aprende de Él, deja que te llene del Espíritu Santo, que te revele al Padre, que te enseñe su modo de hacer las cosas. ¿Quieres ser de los suyos y ver sus maravillas? Seas quien seas, estés como estés, Jesús te invita a pertenecer al grupo de sus discípulos.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.