Domingo 28 de julio
XVII domingo del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)
Evangelio según san Lucas 11, 1-13
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: —«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo:
—«Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.»» Y les dijo:
—«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle:
«Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.» Y, desde dentro, el otro le responde:
«No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.»
Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»
Pistas: En el Evangelio de hoy Jesús enseña la oración del Padre nuestro. Te invito a que lo leas despacio, pensando en el alcance da cada petición. Son a la vez petición y compromiso. Si llamo a Dios Padre, significa que soy su hijo y me puedo comportar como tal. Si le pido a Dios que venga su Reino, a la vez le digo que quiero que así sea, que haré lo que está en mi mano. Y, así puedes pensar cada una de las peticiones del Padre Nuestro.
Jesús explica después que hay que orar con perseverancia, sabiendo que por muy inoportuna que sea nuestra petición, nunca va a caer en saco roto. Pero Dios no es una varita mágica. Lo dice al final del Evangelio. Quiere darnos lo más importante, lo más grande: a Él mismo, su Espíritu Santo, su vida en nosotros. El resto de las cosas que podemos pedirle algún día nos fallarán: la salud, las fuerzas, el dinero, que las cosas nos salgan bien… Todo eso, podemos y debemos pedírselo, pero siempre como Jesús mismo nos enseñó: que venga el Reino, que se haga la voluntad de Dios, que nos perdone, que sepamos perdonar, que tengamos el pan de cada día, que venzamos la tentación. Y lo que nadie podrá quitarnos es la vida del Espíritu, la presencia de Dios en nosotros, su salvación que se abre a la eternidad venciendo a la muerte.
Jesús enseña también que Dios es bueno. Nunca nos va a dar nada malo. No es un dios enfadado o justiciero que nos mira desde su cielo entreteniéndose con nosotros y riéndose de nuestra vida. Es el Dios que nos enseñó a llamarle Padre, que en el Hijo se hizo carne en Jesús, y murió y resucitó para salvarnos; y que en el Espíritu Santo habita en nosotros y nos da sus dones. Por eso, relee el Evangelio y reza, reza con lo que el Espíritu Santo te inspire, y no te canses de rezar, sigue caminando y creciendo en experiencia de Dios.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.