Martes 30 de abril

Martes, 30 de abril
II semana de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 3, 5a. 7b-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
—«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» Nicodemo le preguntó:
—«¿Cómo puede suceder eso?»
Le contestó Jesús:
—«Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»

Pistas: Jesús está en una conversación con Nicodemo. Como ayer fue fiesta no hemos leído el comienzo de la misma, en la que le ha dicho que hay que nacer de nuevo, que hay que nacer del agua y del Espíritu. Esto sólo podemos entenderlo a la luz de la resurrección. Hace referencia al bautismo y a la efusión del Espíritu Santo (como en Pentecostés).
Quizás nos resistamos ¿Partir de cero? ¿reiniciar? Tal vez pienses: “ya lo he intentado muchas veces y no lo he conseguido” o “yo ya voy tirando, hay cosas que sé no seré capaz de cambiar…”. Jesús te invita hoy: ¿quieres nacer de nuevo?
El pecado tenía poder sobre el hombre, la muerte tenía poder sobre el hombre, la tendencia al pecado tenía poder sobre el hombre… pero Jesús nos hace libres, capaces de hacer las obras del Espíritu (en la carta a los Gálatas puedes encontrar las obras de la carne y las del Espíritu). Sólo el Espíritu Santo, llenando tu corazón y unido a tu espíritu, puede darte la fuerza para vivir la vida nueva que Jesús regala. Pero si te quedas acomodado en lo antiguo, si intentas una vida mediocre, si no te atreves a cambiar y arriesgarte…. no te enterarás del regalo tan grande que Jesús quiere hacerte. Una vida nueva lejos de las tinieblas, de la mentira, del pecado y de la muerte.
Pero esta vida no se puede atrapar. Hay que vivirla. Es como el viento. Se vive en fe, en oración. Seguro que si escuchas oyes el viento del Espíritu en tu vida, en tu parroquia, en tu comunidad, en tu familia, en tu trabajo… soplando por caminos nuevos, queriendo hacer las cosas nuevas ¡Fíate! Y experimentarás el poder del Espíritu Santo en tu vida y la novedad de la Pascua de Jesús.
La Cruz es presentada aquí como el estandarte que Moisés hizo cuando las serpientes mordían al pueblo de Dios. El que miraba la serpiente del estandarte quedaba curado. La muerte vencida por la muerte de Jesús en la cruz. Y el que levante la mirada hacía Él encontrará salvación, encontrará vida eterna. Porque además el testimonio de Jesús quedará ratificado ahí.
Jesús dice de sí mismo que Él ha venido a revelar al Padre y que es el camino para llegar a Él. La Cruz, la muerte y resurrección, ratifican esa promesa de Jesús.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Lunes 29 de abril

Lunes, 29 de abril
Santa Catalina de Siena, virgen y doctora, patrona de Europa

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Mateo 11, 25-27
En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Pistas: ¿A quién ha querido Dios revelar las cosas del Reino? ¿a quién ha querido Dios mostrarse? La sabiduría a la que Jesús invita es la de la sencillez, ser capaz de buscar la verdad, de abrir el corazón, de estar dispuesto a cambiar.
Y el camino para lograr esto no es otro que Jesús mismo. Sólo por medio de Él se puede conocer a Dios.
¡Qué buena noticia! Saber que la revelación de Dios está escondida para los que creen que saben y abierta a los sencillos. No está reservada a una élite.
Jesús ha prometido que su salvación es para todos los que crean en Él. El que acuda a Él no quedará sin respuesta. En el Evangelio de Juan dice Jesús: “el que tenga sed que venga a mí y beba”. Jesús te invita al camino de la salvación que implica reconocerse necesitado, saber que no puedes salvarte a ti mismo. Porque sólo Jesús te regala conocer al Padre, conocer a Dios, conocer su reino. Pero no como algo externo y extraño, sino algo que se ha de acoger. Algo tan profundo que está en tu corazón, en tus actitudes, en tu vida, en tus decisiones.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo 28 de abril

Domingo 28 de abril
II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia

(Recuerda:

  1. Pide el Espíritu Santo
  2. Lee despacio y entiende
  3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
  4. Ora, respóndele al Señor
  5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Pistas: Algo nuevo está surgiendo. En medio del miedo y de las dudas encontramos a la comunidad que se reúne como Jesús les había mandado. Y Él mismo se hace presente (el primer día de la semana, el domingo). Les trae la paz, se llenan de alegría al reconocerle. Les hace experimentar que es Él. El Resucitado no borra el paso por la pasión y muerte, les muestra las marcas. Porque así es en la vida, siempre nos quedan las marcas del sufrimiento y del mal, pero Jesús hace todo nuevo, son signo de la victoria de Dios. Jesús les envía, les da una misión, y les da el Espíritu Santo.
Todos creen, menos uno que no estaba en la comunidad. Escuché hace poco que lo que le faltó a Tomás para creer a sus compañeros fue verles más convencidos. Ver la alegría, la valentía, la fuerza del Resucitado en los que ya se habían encontrado con Jesús. Y esto me hace pensar en la Iglesia. ¿Cuántos “tomases” hay entre nosotros que no ven la alegría del Resucitado y se llenan de dudas? o ¿cuántas veces nuestras palabras y nuestro testimonio no servirá hasta que otros puedan encontrarse con Jesús?
Y, Jesús, a pesar de todo, se hace presente en la comunidad reunida, en la Iglesia. Ahí, Tomás puede encontrarse con Jesús. Y nace la confesión de fe: “Señor mío y Dios mío”. Encontrándose con Jesús surge la fe.
Por último, encontramos la finalidad del Evangelio: hay mucho más que se podía haber contado, pero esto es para que “creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”. De esto se trata, de descubrir quién es Jesús y recibir y responder al don de la fe. Y así tener vida.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 27 de abril

Sábado, 27 de abril
Sábado de la octava de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Marcos 16, 9-15
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»

Pistas: El Evangelio de hoy parece un resumen de los que hemos ido leyendo durante esta semana. Pone el acento en la dificultad para creer en el testimonio de aquellos que vieron y experimentaron que Jesús había resucitado y está vivo, sin tener la experiencia personal de encuentro con Él.
Les parece algo tan increíble… No se acuerdan que Jesús lo prometió. No les sirve el testimonio, tienen que vivirlo. Quizás esto te pase a ti, o a personas a las que les hablas de Jesús. Es necesario encontrarse con Él en persona. La oración, la comunidad, la Palabra que lees cada día y con la que rezas, los sacramentos (la Eucaristía) son el camino para encontrarse con Jesús –como has ido viendo estos días-. Incluso si te sientes muy seguro -como los Once (falta Judas)-, necesitas encontrarte con Jesús. También ser humilde y comprender la manera de hacer las cosas de Jesús.
Y ese encuentro con Él no deja indiferente al que lo experimenta. María, los dos de Emaús, los Apóstoles, todos sienten la llamada de Jesús a salir: “id y proclamad”. Si quieres crecer en tu vida de fe, esto también es algo que tienes que hacer: encontrarte con Jesús, experimentar su salvación. Y descubrir cómo te dice a ti: ve y anuncia. Y, claro, tener el valor de hacerlo.
Por último, un detalle de este texto, que en esta sociedad nuestra en el que la defensa de la mujer parece algo tan moderno puede hacernos reflexionar. Podemos decir que Jesús rompe moldes desde el principio, también en su actitud respecto a la mujer. A una mujer, en la sociedad judía, de la que había expulsado demonios, la elige para aparecerse a ella la primera. En una sociedad en la que la mujer estaba absolutamente relegada y considerada inferior, Jesús la privilegia sobre el grupo de los Apóstoles. Esto debería hacernos pensar.
Esta Pascua la Palabra de Dios te llama a encontrarte con Jesús, celebrar que está vivo y contarlo a los demás.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Viernes 26 de abril

Viernes 26 de abril
Viernes de la octava de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.»
Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron: «No.»
Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Pistas: Es muy simbólico este Evangelio. Los Apóstoles vuelven a su antigua vida de pescadores. Como si quisieran regresar a sus seguridades, donde ellos sienten que dominan la situación. Van sin Jesús y no pescan nada. Pero cuando Jesús aparece, cuando le obedecen y escuchan su voz, todo cambia. El esfuerzo sin Jesús no da fruto. Pero cuando Él está, cuando se sigue su voz, da fruto y abundante. Es el mismo esfuerzo, pero uno sin Jesús y otro con Él.
Tal vez fueron a pescar porque lo necesitaban. O tal vez querían pensar que lo que habían vivido había sido un espejismo. Pero cuando te has encontrado con Jesús, ya nada vuelve a ser como antes. Seguir a Jesús, obedecerle, aunque parezca una locura, siempre es un camino de plenitud y siempre hay más de lo que uno pueda esperar. He escuchado muchas veces historias personales y también lo he vivido en primera persona, de cómo Dios siempre provee. Si te fías de Él, siempre triunfa la fuerza de la resurrección, el amor de Dios, aunque no sea por el camino que tú esperas, aunque tengas que pasar por la cruz, dificultades o luchas. Y siempre sentirás la mano protectora de Jesús.
No sólo hicieron una pesca normal. Eran tantos que la red parecía que se iba a romper. Y Jesús les esperaba con las brasas encendidas y pan y pescado preparados, aunque les pidió que pusieran su pescado. La misma pesca era fruto de presencia de Jesús y la obediencia y confianza en Él. Sin Jesús todo era cansancio, esfuerzo, buscar en vano. Jesús les tiene preparado el lugar para descansar y fortalecerse. Con mucho más de lo que han conseguido. Esto se parece a la oración. Y es la vida en el Espíritu. Con Jesús todo cambia, si te fías de Él, si le dejas actuar en tu vida, verás los frutos de su salvación, si no, te cansarás en vano.
Lee otra vez el Evangelio. Puedes imaginar la escena, lo que sentiría cada uno de los personajes. También puedes dejar que alguna idea ilumine algo que estás viviendo. Y después reza, pide, da gracias, contempla, adora…

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Jueves 25 de abril

Jueves 25 de abril
Jueves de la octava de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

Pistas: ¿Cómo comprender al Resucitado? Es el mismo Jesús, pero no lo mismo (por eso no lo reconocen a primera vista). Su modo de existencia es distinto. Pero es Jesús, real y vivo.
No basta sólo el encuentro con Jesús. Ni siquiera basta sólo la Eucaristía. Como leíamos ayer: les explicó la Escritura y les partió el Pan. Hace falta hablar de todo ello en la comunidad. Hace falta experimentar a Jesús en comunidad. Por eso es necesaria la Iglesia, en la que poder encontrarse con Jesús, en la que poder descubrir que es real, no es una ideología, no es un invento. Es una persona que se hace presente en la Eucaristía, en la comunidad, en la oración, en la Palabra, en el prójimo y en tu propio corazón.
Jesús es real y está vivo. Pero ha superado la muerte, el tiempo, el mundo… Por eso les hace vivir esta experiencia a sus discípulos, para que puedan ser testigos de un acontecimiento tan extraordinario. Y por eso hoy quiere hacértela vivir a ti, y a su Iglesia. Experimentarlo, creerlo y poder contarlo.
De nada sirve saber muchas cosas de Jesús, muchas cosas de la fe, si Jesús no te “abre” el entendimiento. Necesitas el don del Espíritu Santo, y esto se recibe en la comunidad, en la Iglesia. Lo necesitas para poder creer y proclamar: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”. Y tú, si lo experimentas, podrás ser testigo de ello. Podrás vivir y llevar a los demás la Buena Noticia de Jesús. Podrás ser verdaderamente discípulo de Jesús.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Miércoles 24 de abril

Miércoles 24 de abril
Miércoles de la octava de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: «¿Qué?»
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les hablan dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Pistas: El domingo de resurrección dos discípulos se van. Puedes imaginarte la sensación de fracaso, decepción, tristeza, impotencia… Intentan entenderlo desde el punto de vista humano: conversan y discuten. En medio de eso, Jesús se hace presente. Van haciéndose preguntas, buscando respuestas y Jesús entra en escena.
Primero les escucha, camina con ellos, sin que se den cuenta. En la búsqueda de sentido, de verdad, de plenitud, Jesús va con nosotros, aunque no lo sepamos. Nos escucha.
Fíjate, ellos ya tienen pistas para descubrir lo que ha sucedido: algunos dijeron que le han visto, el sepulcro vacío… pero no creen. Puede que su idea de cómo deberían ser las cosas, de cómo debe actuar Dios, les impida descubrir lo que ha sucedido en Jesús. Todavía no han encontrado al resucitado y no han vuelto a la comunidad.
Ahora que Jesús les ha escuchado, se pone a enseñarles con la Palabra de Dios. Es un proceso, un camino. Requiere tiempo, contar y escuchar. Cleofás y el otro discípulo o discípula se van decepcionados, entristecidos, pero no han perdido la capacidad para escuchar, están abiertos a descubrir algo más. Y entonces son capaces de cambiar de ideas y conocer algo nuevo que Jesús les ofrece.
Jesús les explica, pero les deja libres. Por eso hay un momento en el que tienen que decirle: “No te vayas. Quédate, quiero saber más, quiero estar contigo”. Porque no se trata sólo de ideas, sino de relación.
Y cuando parte el pan lo reconocen: la Eucaristía. Primero fue la Palabra y ahora el Pan (como en la misa). Y se les abren los ojos. Conocer y experimentar. La mente, el corazón, el alma… todo el ser está involucrado en el acto de fe, por eso no vale sólo con entender, ni con sentir, es necesaria una relación personal. Puedes pensar qué importancia tiene la Eucaristía en tu vida.
Pero Jesús desaparece. Les toca caminar en fe. Siempre es así. La fe no es una imposición, no es una obligación, es un camino de descubrimiento. Por eso después van corriendo a contárselo a otros que cuentan experiencias similares. Y poco a poco van llegando a la certeza de que es verdad: Jesús está vivo, ha resucitado.
Puedes releer el Evangelio dejando que ilumine tu vida, tu situación… Imagina con quién vas, qué te preocupa, de qué vas hablando. Y Jesús va contigo. Qué te dice. Si quieres, dile se quede contigo, ora. Si lo has experimentado ¿qué tienes que hacer para contárselo a otros? Y recuerda que en la comunidad se afianza la fe y se comparten experiencias, que Jesús no nos dijo que esto es para guardarlo, sino para celebrarlo con los demás.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Martes 23 de abril

Martes 23 de abril
Martes de la octava de Pascua

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.»»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Pistas: «¿Por qué lloras?». María llora por Jesús. Su Maestro, su amigo, a quien quiere. Está atrapada en el sufrimiento y ni siquiera es capaz de, al ver el sepulcro vacío, entender lo que eso significa. Ni los ángeles le hacen pensar lo que pudo suceder. No entiende.
¿Cuántas veces nos pasa también a nosotros? Nos quedamos encerrados en nuestro sufrimiento sin lograr ver los signos que nos hablan de resurrección, esperanza y vida. Hazte la pregunta: ¿Por qué lloras? ¿qué te hace sufrir?
Todo cambia cuando Jesús la llama por su nombre. No está muerto ni es un recuerdo. Está vivo. Ya no hay motivos para llorar. Y María tiene que aprender a ver de nuevo a Jesús, el que Resucitado vive para siempre. Tal vez por eso Jesús le dice: «Todavía no he subido al Padre». Porque ella necesita descubrir toda la profundidad de quién es Jesús. Por eso Jesús dice: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro».
En Semana santa nos hemos asomado al misterio de Jesús, que sólo se entiende desde lo que celebramos en Pascua. Te animo a que vayas recorriendo este tiempo nuevo como un camino de descubrimiento de Jesús. ¿Quién es? ¿Qué significa su resurrección? Y déjale que te llame por tu nombre. Porque de lo que se trata no es sólo de saber cosas de Jesús sino de establecer una relación con Él. Se trata de que conozcas a Jesús, de que lo puedas reconocer, de que confíes en quien dio la vida por ti.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo de la Divina Misericordia

Evangelio según San Juan 20,19-31.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!». El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe».
Tomas respondió: «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!».
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Domingo 21

Feliz Pascua!!!

Domingo 21 de abril
Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según San Juan 20, 1-9.
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos

Pistas: Después del sufrimiento del viernes santo y el silencio y la espera del sábado, en la madrugada del domingo sucede algo extraordinario que transformará la historia. Aquel hombre que se creía Rey-Mesías y el Hijo de Dios, que había sido crucificado y sepultado, resucitó.
¡Está vivo! La tumba está vacía. Se acabó el silencio y la tristeza y comienzan las carreras y la alegría. Para contarles a otros lo que está pasando.
El camino de la fe en Jesús resucitado se recorre en comunidad. Tras el encuentro personal con Él, suceden otros en comunidad. Con los hermanos se confirma la fe. No sólo está el sepulcro vacío, sino que Jesús está vivo y revestido de poder.
Escucha la noticia que la Palabra de Dios te dice y la Iglesia te anuncia: Jesús está vivo, ha resucitado, ha vencido a la muerte. Y asómate al sepulcro vacío…
El Jueves Santo, la Última Cena, el mandamiento del amor fraterno, tienen sentido porque ha resucitado. La Cruz, su entrega por amor a los hombres y fidelidad a Dios, tienen sentido porque ha resucitado. Sus promesas y sus Palabras son verdaderas porque ha resucitado. Su victoria, su divinidad, la Iglesia, los sacramentos, la comunidad… son verdaderas porque ha resucitado.
Asómate al sepulcro vacío y mira la victoria del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte, de Dios sobre el diablo, el pecado y la mentira.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida