Domingo 31 de marzo

Domingo 31 de marzo
IV domingo de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
5. Actúa, lleva a tu vida la oración.)

Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: —«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
—«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.»
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo:
«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.»
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo:
«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.» Pero el padre dijo a sus criados:
«Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.» Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó:
«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.»
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre:
«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.» El padre le dijo:
«Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»»

Pistas: La visión que Jesús tiene de Dios es revolucionaria. Muchos de sus contemporáneos no son capaces de entenderle. La parábola de hoy nos habla de amor incondicional, de misericordia, de hogar. El padre de la parábola es Dios y nosotros los hijos.
Es la historia de un amor absoluto. Todo lo del padre es de los hijos y cada uno lo gestiona como quiere. Lo único que el padre de la parábola hace es respetar la libertad de sus hijos y enseñarles el camino del amor.
El joven busca la felicidad lejos del padre, pero no la encuentra. Y necesita tocar fondo para pensar: “Nada de esto me ha llenado, estoy peor que nunca. Volveré…”. Y a su regreso encuentra más de lo que espera. Hay muchos detalles que hablan de cómo el padre le ama, le estaba esperando, no le echa nada en cara, le devuelve la dignidad, vuelve a estar en el hogar.
¿Qué significará este hogar del padre de la parábola? El Reino de Dios, la salvación, la vida del Espíritu, que se abre a la vida eterna. El Reino de Dios presente y pleno al final de la historia.
El mayor se esfuerza, cumple, está en el hogar. Diríamos que es bueno. Pero no es capaz de disfrutar, ni de entrar en la dinámica de amor del padre. Su amor, y por tanto su felicidad, todavía no es plena. Está resentido y todavía no se ha enterado de todo en lo que el padre le quiere hacer partícipe. Este Evangelio no nos dice lo que pasa con el hermano mayor ¿Entraría?
Toda la parábola es una invitación. ¿Estás lejos y perdido? ¿has tocado fondo? ¿nada te sacia? ¿no puedes más? Vuelve a casa, vuelve al hogar, acude a Dios… ¿Estás dentro, pero todavía no te sientes del todo en casa? ¿juzgas y no tienes paz? ¿te sientes injustamente tratado? ¿no eres capaz de amar como Jesús enseña? El Padre te dice hoy unas palabras similares al de la parábola, porque todo es tuyo, la salvación es para ti, la promesa del Espíritu Santo es para ti, la vida de Dios es para ti, la felicidad, la bienaventuranza, el Reino de Dios. Y tú ¿entrarás a la fiesta?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 30 de marzo

Sábado 30 de marzo
III semana de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
5. Actúa, lleva a tu vida la oración.)

Evangelio según san Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:
—«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.»
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.»
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Pistas: Hay un detalle en este Evangelio que puede dar que pensar. Jesús no dice que el fariseo fuera un mentiroso, no dice que fuera malo. Tal vez si hacía todo aquello que decía. Pero había algo que no veía y le impedía acoger la salvación de Dios. La soberbia y el orgullo hacen que la persona se quede encerrada en su prepotencia y autosuficiencia sin poder encontrar a Dios.
Así que en esta parábola de Jesús hay dos hombres. Uno justo, cumplidor, “de los buenos”. Otro, un pecador público, un hombre señalado por los demás, “de los malos”. El primero no necesita salvación, en el fondo se busca a sí mismo y su propia gloria. El otro se sabe pecador, se sabe indigno y necesitado de Dios. El primero no va a encontrar a Dios. El otro sí. El primero no acepta la salvación de Dios. El otro sí. El primero se vanagloria y autojustifica. El otro reconoce todo lo que le hace falta y en lo que falla. Y tú ¿a cuál de los dos te pareces más?
Jesús pone el acento en que la actitud soberbia y prepotente del fariseo le impide el encuentro con Dios. Sin embargo, la humildad permite vivir en la verdad. Permite amar y aceptar ser amados, necesitar a Dios y entrar en su corazón misericordioso. Aunque seas de los buenos (de los que se creen buenos) necesitas a Dios, porque necesitas ser amado, necesitas su salvación y misericordia. Necesitas que Dios engrandezca tu corazón para que puedas llegar a la plenitud que anhelas, y si no quedarás encerrado en tu propia pobreza y limitación, por muy rico y grande que creas ser.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Viernes 29 de marzo

Viernes 29 de marzo
III semana de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
5. Actúa, lleva a tu vida la oración.)

Evangelio según san Marcos 12, 28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Respondió Jesús: «El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.» El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay mandamiento mayor que éstos.»
El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Pistas: La religión judía tenía muchos preceptos y normas que había que cumplir. Nuestra sociedad, que quiere defender una libertad absoluta, muchas veces cae en la contradicción de querer hacernos vivir a todos del mismo modo. Todos estamos metidos en la rueda del consumo y la apariencia… Pero ¿qué es lo más importante? ¿qué es lo primero que deberíamos hacer?
Jesús nos da la respuesta. Puedes examinar tu vida a la luz del Evangelio de hoy: ¿cómo está tu amor a Dios? ¿le escuchas? ¿es tu único Señor? ¿le amas con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser? ¿y al prójimo? ¿y a ti mismo?
Éste es el camino para entrar en el Reino de Dios que Jesús vino a traer. Y como vamos descubriendo en la Palabra de Dios, el amor que Dios nos tiene, el amor a Dios y el amor al prójimo van unidos. Si quieres amar, llénate del amor de Dios. Pide el Espíritu Santo. Si quieres tener fe y vivir como discípulo, ama y lleva a tu vida lo que esto implica. ¿Qué debe ser lo principal en tu vida? Relee el Evangelio y reza.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Jueves 28 de marzo

Jueves 28 de marzo
III semana de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
5. Actúa, lleva a tu vida la oración.)

Evangelio según san Lucas 11, 14-23
En aquel tiempo, Jesús estaba echando un demonio que era mudo y, apenas salió el demonio, habló el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: —«Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.»
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Él, leyendo sus pensamientos, les dijo:
—«Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.»

Pistas: Jesús realiza signos de la presencia del Reino, expulsa demonios, cura enfermos. Quizás éste sea el primer aspecto en el que podemos fijarnos: ¿sigue habiendo estos signos del Reino en nuestra Iglesia? Tal vez deberíamos dar un paso en fe y pedirle a Dios que esos signos sigan viéndose en nuestras vidas.
Jesús no deja indiferente a nadie: unos se admiran y otros le rechazan. Otro, además, le piden un signo. Él les explica: es el poder de Dios el que actúa en Él. El dedo de Dios (el Espíritu Santo) muestra que el Reino de Dios ha llegado porque el demonio es vencido, porque Jesús viene a salvar. Los que se encontraron con Jesús pudieron ver signos cotidianamente y, sin embargo, muchos no quisieron asumirlo. No quisieron aceptar la propuesta de Jesús, ni la revolución interior a la que invita a cada persona,
También nos habla del interior del hombre. Jesús y el Espíritu Santo que actúa en Él son el hombre fuerte que vence. Por eso no hay nada que temer si Él defiende tu corazón. Por eso, la clave de la vida del cristiano es llenar el corazón de Dios, llenarse del Espíritu Santo, orar cada día.
El final del Evangelio nos deja claro que el camino es seguir a Jesús. Todo lo demás no crea unidad, no sirve, no edifica, no realiza la obra de Dios. Jesús salva, y su salvación es para ti. Hoy y aquí.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Miércoles 27 de marzo

Miércoles 27 de marzo
III semana de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
5. Actúa, lleva a tu vida la oración.)

Evangelio según san Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»

Pistas: San Agustín resumía los mandamientos diciendo: “ama y haz lo que quieras”. Éste es el mensaje de Jesús que venimos viendo en los Evangelios: entrar en la dinámica de amor de Dios. Descubrir su misericordia. Pero podemos tener la tentación de engañarnos y pensar que eso significa vivir sin normas, guiados por un amor egoísta y manipulado por nuestros propios intereses.
Por eso hay que entender de qué tipo de amor hablamos. Amar a Dios y amar al prójimo como a uno mismo implica un determinado estilo de vida. Implica vivir de acuerdo a una “Ley”. Pregúntate qué tienes que hacer para vivir este amor como enseña Jesús. Y así comprenderás el Evangelio de hoy.
Cumplir y enseñar los mandamientos significa saber conducirse en la vida, restar poder al pecado y multiplicar la acción del Espíritu Santo. Una vida en el Espíritu con las obras del Espíritu. Porque, piénsalo: ¿Cómo vas a amar si no realizas las obras del amor? ¿cómo vas a ser fiel a Jesús si no vives como Él enseña?
Por eso, el “ama y haz lo que quieras” de San Agustín supone que, si amas, sabrás el camino para ser discípulo de Jesús. Querrás lo que “tienes que” querer. Amarás lo que el Amor de Dios y el Espíritu Santo te lleva a querer: la voluntad de Dios. Y por eso a un determinado estilo de vida.
Revisa en esta cuaresma cómo va tu fidelidad a Dios en lo concreto. Haz un buen examen de conciencia y si lo necesitas busca un sacerdote, pídele perdón a Dios y deja que su amor te lleve a vivir como exige la fe en Jesús.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Martes 26 de marzo

Martes 26 de marzo
III semana de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
5. Actúa, lleva a tu vida la oración.)

Evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: «Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.»
El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: «Págame lo que me debes.»
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: «Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.»
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
«¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?»
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»

Pistas: ¿Cuál es la medida para un cristiano? La medida es Jesús, es su estilo de vida, el amor que Él mostró. Puedes preguntarte: ¿Cuál es la medida de mi amor, de mi perdón, de mi entrega, de mi fe…? Si soy discípulo de Jesús, la medida tiene que ser la suya.
Jesús enseña a recorrer el camino del amor. A descubrir un amor tan grande que es incondicional y absolutamente inmerecido. Tan grande que perdona lo que no podemos merecer que se nos perdone. Éste es el amor que Dios nos tiene y al que hoy Jesús llama a corresponder.
El perdón que Jesús invita a practicar es consecuencia del amor y misericordia que Dios tiene con nosotros. Si Dios te perdona ¿cómo no vas a perdonar tú?
La falta de perdón es como llenar una mochila pesada ¡Cuánto daño hace andar buscando culpables en lugar de amar y perdonar! ¡Cuánto daño hace mirar lo que los demás hacen mal y lo que nos deben o nos hacen sin mirarnos a nosotros mismos!
El de la parábola de hoy, por no perdonar acaba preso, sin libertad, sin familia, sin vida. Pero el que perdona vacía la mochila. El que perdona anda ligero, sin cargas. El que perdona se libra del peso de la culpa. El que perdona es libre.
Perdonar no es fácil. Exige un acto de voluntad y libertad. Pero es posible y liberador. Fíjate en el inmenso amor de Dios, que no se cansa de perdonar. Por eso Jesús hoy te invita a perdonar, para ser libre, para poder amar y para poder ser feliz. Para poder decir que has vivido plenamente.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida

IV Domingo de Cuaresma

Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo entonces esta parábola:
Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos.
El menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia que me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.
El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!
Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;
ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’.
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’.
Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,
porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza.
Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
El le respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’.
El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,
pero él le respondió: ‘Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!’.
Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.
Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'».

Lunes 25 de marzo

Lunes 25 de marzo
La Anunciación del Señor, solemnidad

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
5. Actúa, lleva a tu vida la oración.)

Evangelio según san Lucas 1, 26-38
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:
-«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel:
-«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
-«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó:
-«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.

Pistas: Nueve meses antes de la Navidad la Iglesia nos presenta la fiesta de la Anunciación como un pequeño paréntesis en medio de la cuaresma.
María es elegida, es la llena de Gracia, la Toda Santa, la Inmaculada. Y, sin embargo, aunque Dios tiene un plan para ella, la Virgen María tiene que decir que sí. Aceptarlo. Aquí se nos presentan la gracia de Dios y la libertad del hombre para responder. Vocación y respuesta. El plan de Dios y la colaboración del hombre con Él. Puedes aprovechar para pensar en tu propia vocación y en tu propio camino de fe.
El Hijo de Dios se hará hombre. Nacerá de una mujer, de María, desposada con José. Se hace hombre en una familia humilde. Puedes también reflexionar sobre el misterio de la Encarnación.
Las promesas de Dios por los profetas se cumplirán en Jesús, descendiente de David. Será el Mesías. Porque «para Dios nada hay imposible». Y la revelación, el mostrarse de Dios a los hombres, alcanzará su plenitud en Jesús. Todo lo que Dios ha querido contarnos de sí mismo ha venido por medio de Cristo. Es más, Dios mismo se nos ha dado en Cristo y en el Espíritu Santo que recibimos en nuestro bautismo.
Y todo ello es posible por el «hágase» de la Virgen María, que no dudó: «Aquí está la esclava del Señor».

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Domingo 24 de marzo

Domingo 24 de marzo
III domingo de cuaresma

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, lleva la oración a tu vida)

Evangelio según san Lucas 13, 1-9
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador: «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?»
Pero el viñador contestó: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas».»

Pistas: Urge convertirse y dar fruto. Los judíos le cuentan a Jesús la muerte de unos galileos en el lugar de los sacrificios mientras hacían su ofrenda. Para ellos una muerte así era signo del castigo divino por su pecado. Jesús quiere abrirles los ojos. No se trata de quién es culpable y quién no, sino de cómo vives tú. Si no te conviertes, no acabarás bien.
Si vamos a la parábola de la higuera, el sentido y la finalidad de la higuera es dar higos, es dar fruto, es ser lo que es. Igual que la del hombre es ser feliz y pleno, llevar una vida en la que encuentre a Dios y busque su voluntad, en la que traiga su Reino. A esto nos invita la cuaresma: a convertirnos del pecado y vivir en el Espíritu, a salir de la pereza y la comodidad, y entrar en el Reino de Dios dando los frutos que Dios quiere de nosotros.
La cuaresma es tiempo de gracia. El Señor te da otra oportunidad para que podes lo que sobra en tu vida (te apartes del pecado, te confieses), te alimentes de lo que puede fortalecer tu espíritu (con la oración, la limosna y el ayuno) y así des fruto.
No sabemos cuándo vamos a ser cortados. Nadie sabe el momento de su muerte, por eso es urgente convertirse ¿para qué perder tiempo en cosas que no satisfacen, ni hacen feliz, ni cumplen la voluntad de Dios?
¿De qué tienes que convertirte? ¿qué frutos te está pidiendo el Señor y no das? Él es misericordioso, tienes otra oportunidad para dejarte podar, dejarte cambiar, crecer y dar fruto. Aprovéchala.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.

Sábado 23 de marzo

Sábado 23 de marzo
Santo Toribio de Mogrovejo, obispo

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, lleva la oración a tu vida)

Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: —«Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
—«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.»
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo:
«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.»
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo:
«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.» Pero el padre dijo a sus criados:
«Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.» Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó:
«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.»
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre:
«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.» El padre le dijo:
«Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»»

Pistas: Esta parábola es muy conocida y está llena de gran simbolismo. Pero también encierra una dificultad que como humanos nos lastra. Y, sin embargo, lo que Jesús nos muestra es cómo es la misericordia de Dios. Y lo hace con un ejemplo. Fíjate en los personajes:
-El padre que ama a sus hijos y respeta su libertad. Perdona al que se ha equivocado e invita a vivir en el amor. Abraza, acoge, se alegra y celebra.
-Un hogar en el que todo lo del padre es de los hijos y da a cada uno lo suyo. Un hogar en el que el padre ama y perdona.
-Un hijo pequeño que busca la felicidad en los placeres y las cosas mundanas, pero no lo encuentra y acaba vacío, desesperado, perdido… El recuerdo del padre y del hogar le hace volver.
-Otro hijo mayor que está en casa, pero no disfruta plenamente de lo que tiene, no se siente en el hogar. Cumple, pero no es feliz. Le parece que el otro hermano eligió mejor (no se da cuenta de cómo acaba su hermano).
Hay muchos detalles. El hijo menor termina trabajando de cuidador de cerdos, un trabajo de los más bajos que puede imaginar un judío. No espera volver a pertenecer plenamente a la familia, sólo a dejar de sufrir y pasar necesidad.
El padre está esperando al hijo. Éste no tiene que buscarlo. En cuanto llega le da el mejor traje para vestirle (le devuelve la dignidad), le pone el anillo (ya está otra vez en casa), le calza, mata el ternero cebado (el que se reserva para la fiesta) porque ha vuelto a la vida.
La historia del hermano mayor no sabemos cómo termina, si entró o no, si fue capaz de amar como el padre y disfrutar o no. Jesús deja abierta esa puerta…
Ahora imagínate la historia, qué te dice a ti hoy ¿En qué situación te encuentras? ¿con cuál de los personajes te identificas más? ¿cuál de los detalles te hace pensar? Déjate llevar por lo que te sugiera la Palabra de Dios y ora.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.