Martes 25 de diciembre
Solemnidad de la Natividad del Señor
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Antes de leer el Evangelio. Leemos el prólogo de San Juan. Se trata de una de las páginas de los Evangelios con más carga teológica. Juan va dando vueltas sobre las ideas que quiere contar. Jesús es la Palabra hecha carne. La Palabra es la segunda persona de la Trinidad, el Hijo de Dios, es Dios. Y se hizo hombre. Quiere que se entienda eso. Por ello habla de luz, de Juan que da testimonio. Jesús es el que revela a Dios porque es Dios y estaba con Dios desde siempre. Léelo despacio, luego lee las pistas y vuelve a leer el Evangelio dejando que Dios te hable.
Evangelio según san Juan 1, 1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Éste es de quien dije: «El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.»» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Pistas: San Juan comienza su Evangelio con este prólogo que tiene una profunda carga teológica e intenta ayudarnos a descubrir quién es Jesús. El niño cuyo nacimiento celebramos hoy ¿es sólo un niño especial, pero en realidad un niño más? ¿es sólo el Mesías? La respuesta de Juan es: Jesús es la Palabra que existe desde siempre, está junto a Dios, es Dios y se hace carne, se hace hombre. Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre. Dios ya no está lejos, el hombre no está sólo en su camino por la vida. Dios no es un ser que se entretiene mirándonos desde el cielo, que se ríe de nuestras vidas y al que no le importamos.
Jesús es la Palabra, es decir, Dios que se comunica. Jesús es Dios, que se abaja para darnos su luz, para revelarnos a Dios y para elevarnos, para comunicarnos la vida de Dios, para abrirnos el acceso a la vida divina.
Jesús es la luz, la tiniebla quiere rechazarla, pero la luz brilla más y vence a la tiniebla. Ésta fue la constante en la vida de Jesús, Él queriendo revelar y comunicar a Dios. Y muchos rechazándole, hasta entregarlo a la muerte. Pero ésta tampoco pudo retenerlo. Y al final la luz de la resurrección también venció. Ésta es también la historia de la Iglesia. Tinieblas dentro y fuera, que quieren tapar la luz de Jesús y el Espíritu que Él envió. Pero no pueden, porque esa luz es más fuerte.
Juan, uno de los grandes protagonistas del adviento, da testimonio de quién es Jesús. Jesús es el esperado, la luz verdadera, el que tiene poder para hacer hijos de Dios a los que creen en Él, el que revela a Dios, el que da la gracia (el Espíritu Santo) y la verdad, es el que ha visto a Dios y lo da a conocer.
Asómate hoy al misterio de Jesús ¿quién es? Pregúntatelo y reza con la respuesta. Está vivo, es Palabra, verdad, luz, te hace hijo de Dios y te da su gracia. Ábrele tu corazón esta Navidad y adórale.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.