Lunes 29 de enero
IV semana del tiempo ordinario
(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)
Evangelio según San Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago en la región de los Gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en las tumbas, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: ¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes. Porque Jesús le estaba diciendo: Espíritu inmundo, sal de este hombre. Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas? El respondió: Me llamo Legión, porque somos muchos. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: Déjanos ir y meternos en los cerdos. El se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en el campo. Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia. El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
Pistas: Este pasaje en una primera lectura es complicado de entender, pero encierra muchas enseñanzas. Ya hemos ido viendo cómo el demonio no resiste en presencia de Jesús y tiene que obedecer su Palabra. Jesús lucha contra el mal y el sufrimiento. Viene a liberar y salvar.
El endemoniado del Evangelio vive en el lugar de la muerte, entre sepulcros. Se hiere a sí mismo. No puede estar con nadie y nadie puede dominarlo. Ni es dueño de su propia vida, ni es libre. Si piensas en la realidad del mal y el pecado en el mundo, o en tu propia vida ¿se parece algo a esto que describe el Evangelio? El pecado trae muerte, sufrimiento, falta de libertad, impide que la persona se realice, y la aísla y separa de los demás. Cuando dejas que el pecado te domine, ya no puedes ser libre.
Ante la presencia de Jesús, el demonio, el mal, queda en evidencia. Y da la cara. Eso pasa también cuando llega el mensaje del Evangelio, cuando las personas se encuentran con Jesús: el pecado y el mal aparecen con claridad ante los ojos de los que tienen fe. El mal tiene que dar la cara. Por eso, si te encuentras con Jesús, su luz te mostrará lo que va mal en tu vida y en el mundo. Por eso también, muchas veces, las personas que forman parte de estructuras injustas luchan contra la fe cristiana porque les deja en evidencia. Y, por todo esto, un cristiano y una comunidad cristiana no pueden quedarse de brazos cruzados ante la injusticia, el pecado y el mal.
También hay que tener en cuenta la visión que tienen los judíos del cerdo, para ellos un animal impuro. El mal, el demonio, nunca hace bien a nadie ni a nada. Y estos terminan destruyéndose, lanzándose por el acantilado. Porque el demonio nunca hace nada bueno y sus promesas son mentiras. Su lugar es la destrucción.
A los gerasenos no les importa el endemoniado que está libre, tranquilo, cuerdo y vestido después de encontrarse con Jesús. Sólo lo que ha sucedido con sus animales. Ponen por delante de las personas otros intereses. Esto también puede servirte para reflexionar.
Por último, el hombre liberado quiere seguir a Jesús. Pero Él le envía a dar testimonio. ¡Cuánto mal había en la vida de este hombre! Pero después de encontrarse con Jesús, fue a su casa y anunció la misericordia que Dios tuvo con él: “empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban”. Porque esto es lo que sucede cuando Jesús entra en escena. Las personas son liberadas y Jesús salva e invita a dar testimonio.
¿Quieres esto en tu vida, en tu familia, en tu sociedad? ¿Quieres ser liberado de lo que te ata, de lo que te hace daño, de lo que te lleva a la destrucción? Acércate a Jesús.
Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.