Miércoles 31 de enero

Miércoles 31 de enero
San Juan Bosco, presbítero

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí? Y desconfiaban de él. Jesús les decía: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa. No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Pistas: Cuando crees que lo sabes todo, cuando ya no hay capacidad para sorprenderse o para confiar, cuando piensas “qué me van a enseñar a mí”, es difícil que aparezca la fe. Sin embargo, si te haces preguntas, si buscas, si sientes la necesidad que hay en lo profundo de tu ser de respuestas, de felicidad, de vida, de amor, de plenitud… puede que te encuentres con Jesús.
La gente ha escuchado y visto lo que Jesús dice y hace. Es sorprendente lo que cuentan de Él. Pero muchos piensan: “hay intereses ocultos”, o miran los pecados o mediocridad de algunos para desechar el mensaje. Hoy dicen: “lo de la Iglesia es cosa del pasado”… Y, al final, se quedan sin hacerse la pregunta: ¿Quién es éste? Y sin iniciar el camino para descubrirlo. Se conforman con la imagen pobre o deformada que pueden haber recibido y no intentan ir más allá.

Hace poco leía el siguiente razonamiento: si Jesús es un mentiroso y realmente no es el Hijo de Dios y te lo pierdes, no pasa nada. Pero, si Jesús es quien dice ser, si conocerle a Él es encontrar Vida, Verdad, Salvación, Amor… es encontrar a Dios y no lo descubres ¿no te pierdes algo muy grande?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Martes 30 de enero

Martes 30 de enero
IV semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: ¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos le contestaron: Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿quién me ha tocado?» El seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: No temas; basta que tengas fe. No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: ¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar ─tenía doce años─. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Pistas: Puede ayudarte a rezar imaginarte la escena que se describe hoy. Jesús va con sus discípulos y se le acerca mucha gente. En medio aparece un jefe de la sinagoga, es decir, un judío destacado. Se le acerca para interceder por su hija. Sabe los milagros que Jesús hace y le pide por su la niña, que está muy enferma. Por el camino, una mujer también muy enferma se acerca a Jesús, y al tocarlo, por la fe que tiene, queda curada. Esta mujer había gastado todo lo que tenía intentando curarse y nada había cambiado.
Pero después de encontrarse con Jesús, todo cambia para ambos. Porque cuando Jesús llega a la casa de Jairo y parece que ya nada hay que hacer, creen y lo imposible se hace posible. Aquella niña que estaba muerta, se pone en pie y echa a andar. Y la mujer enferma pone asimismo toda su esperanza en Jesús. Cree en su poder, en que que sólo con tocarlo su mal se irá. Y así sucede.
La clave es la fe. La fe es la que alcanza el milagro. La fe mueve a las personas a buscar a Jesús y a Él a responder con poder. Parecen cosas imposibles, pero cuando Jesús aparece, todo cambia. Ambos acuden con humildad a Jesús: un jefe de la sinagoga (cuya actitud contrasta con la de otras autoridades judías) y una mujer que padece flujos de sangre (por tanto, impura en la mentalidad judía). La respuesta de Jesús es: no temas, cree, ten fe. Porque en él hay salvación y vida.
Jesús no tira la toalla. No lo hagas tú.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Lunes 29 de enero

Lunes 29 de enero
IV semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago en la región de los Gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en las tumbas, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: ¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes. Porque Jesús le estaba diciendo: Espíritu inmundo, sal de este hombre. Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas? El respondió: Me llamo Legión, porque somos muchos. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: Déjanos ir y meternos en los cerdos. El se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en el campo. Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia. El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

Pistas: Este pasaje en una primera lectura es complicado de entender, pero encierra muchas enseñanzas. Ya hemos ido viendo cómo el demonio no resiste en presencia de Jesús y tiene que obedecer su Palabra. Jesús lucha contra el mal y el sufrimiento. Viene a liberar y salvar.
El endemoniado del Evangelio vive en el lugar de la muerte, entre sepulcros. Se hiere a sí mismo. No puede estar con nadie y nadie puede dominarlo. Ni es dueño de su propia vida, ni es libre. Si piensas en la realidad del mal y el pecado en el mundo, o en tu propia vida ¿se parece algo a esto que describe el Evangelio? El pecado trae muerte, sufrimiento, falta de libertad, impide que la persona se realice, y la aísla y separa de los demás. Cuando dejas que el pecado te domine, ya no puedes ser libre.
Ante la presencia de Jesús, el demonio, el mal, queda en evidencia. Y da la cara. Eso pasa también cuando llega el mensaje del Evangelio, cuando las personas se encuentran con Jesús: el pecado y el mal aparecen con claridad ante los ojos de los que tienen fe. El mal tiene que dar la cara. Por eso, si te encuentras con Jesús, su luz te mostrará lo que va mal en tu vida y en el mundo. Por eso también, muchas veces, las personas que forman parte de estructuras injustas luchan contra la fe cristiana porque les deja en evidencia. Y, por todo esto, un cristiano y una comunidad cristiana no pueden quedarse de brazos cruzados ante la injusticia, el pecado y el mal.
También hay que tener en cuenta la visión que tienen los judíos del cerdo, para ellos un animal impuro. El mal, el demonio, nunca hace bien a nadie ni a nada. Y estos terminan destruyéndose, lanzándose por el acantilado. Porque el demonio nunca hace nada bueno y sus promesas son mentiras. Su lugar es la destrucción.
A los gerasenos no les importa el endemoniado que está libre, tranquilo, cuerdo y vestido después de encontrarse con Jesús. Sólo lo que ha sucedido con sus animales. Ponen por delante de las personas otros intereses. Esto también puede servirte para reflexionar.
Por último, el hombre liberado quiere seguir a Jesús. Pero Él le envía a dar testimonio. ¡Cuánto mal había en la vida de este hombre! Pero después de encontrarse con Jesús, fue a su casa y anunció la misericordia que Dios tuvo con él: “empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban”. Porque esto es lo que sucede cuando Jesús entra en escena. Las personas son liberadas y Jesús salva e invita a dar testimonio.
¿Quieres esto en tu vida, en tu familia, en tu sociedad? ¿Quieres ser liberado de lo que te ata, de lo que te hace daño, de lo que te lleva a la destrucción? Acércate a Jesús.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Domingo 28 de enero

Domingo 28 de enero
IV domingo del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Marcos 1, 21-28

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Pistas: La autoridad de nuestro mundo se basa en el dinero, el poder, la fuerza… Muchas veces en la mentira, las apariencias. La enseñanza de Jesús tiene autoridad, por ser quien es y por el poder del Espíritu Santo que actúa en Él. El Evangelio va mostrándonos quién es Jesús. Para sus coetáneos tuvo que ser difícil entender que Jesús, su amigo, su maestro, su vecino, era mucho más que una persona extraordinaria. Era Dios. Y así nos dejaron por escrito su vida y hechos, para que nosotros sepamos quién es Jesús y por qué su historia es la de la salvación, la del triunfo sobre el mal y la muerte. Una historia que da vida.
Por otra parte, el Evangelio de hoy nos recalca el poder de Jesús que vence al demonio. Su sola presencia hace que se defienda, que se muestre…. pero no tiene nada que hacer ante Jesús. Piensa en tu propia vida. Si Jesús está, el mal no tiene opción.
Jesús nos promete que también nosotros tendremos esa autoridad para luchar contra el mal, para transmitir no solo palabras o ideas, sino tener autoridad como la que tenía Él. Pero esto nos da vértigo.
Quizás sea éste el momento en el que Jesús te quiere hablar. ¿A ti? ¿Hoy?… ¿Por qué no? Prueba a escucharle releyendo este Evangelio.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Sábado 27 de enero

Sábado 27 de enero
Santa Angela de Merici, virgen

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 4, 35-40

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: Vamos a la otra orilla. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.
Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole: Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate! El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? Se quedaron espantados y se decían unos a otros: ¿Pero, quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

Pistas: ¿Quién es éste?
¿Quién es Jesús de Nazaret? ¿Quién es este hombre? Y cada día, al rezar con la Palabra de Dios, vas encontrando la respuesta. Por eso es tan importante el tiempo que dedicas a descubrir y aprender quién es Jesús, y a establecer una relación con Él. La respuesta no sólo es de un conocimiento meramente intelectual (como nos sucede al conocer a cualquier persona) sino afectivo y relacional, emocional… Y sin esta dimensión no se puede hablar de amistad o de relación. Por eso, responder a la pregunta ¿quién es éste? implica estar con Él, hablarle y escucharle, seguirle, embarcarse en aventuras con Él.
Si dejas entrar a Jesús en tu vida, si Él va contigo en la barca, si está cerca, puede que las cosas se compliquen. Puede que parezca que va dormido (piensa en los malos momentos de tu vida, en las oraciones que aparentemente no han sido escuchadas…), incluso que parezca que la barca se hunde, que la historia se acaba, que vas a fracasar o perderte… Pero Él va contigo y tiene poder. No desesperes aunque tu situación no sea fácil. Él no te abandonará.
Y tú ¿tienes fe? Sé valiente y pregúntate: ¿quién es éste? Y síguele para descubrirlo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Viernes 26 de enero

Viernes 26 de enero
Santos Timoteo y Tito, obispos

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, decía Jesús a las turbas: El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.
Dijo también: ¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.
Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Pistas: La semilla que cae en tierra buena tiene una fuerza interior que la hace crecer y dar fruto. Hoy la ciencia sabe que tiene que ver con su propia naturaleza física. Con el ADN que está en el núcleo de sus células. Así, la semilla por ser semilla, si se dan las condiciones adecuadas, da fruto. Y esto conlleva un proceso. La fuerza, el ADN del Reino, está garantizado. La tierra, junto con el proceso que requiere, dará fruto.
Parece pequeño, débil, insignificante. Un hombre que morirá en una cruz, con un puñado de discípulos que le traicionan o le abandonan, su propio pueblo le da la espalda… Parecía alguien extraordinario pero… Sí, parece insignificante, pero cambiará la historia. Su resurrección, su presencia resucitado en medio de su Pueblo, el poder y los dones del Espíritu Santo. Un antes y un después. Y, entonces, ese hombre –Jesús, que resulta ser el Hijo de Dios hecho hombre- y su puñado de discípulos pasan de ser una pequeña semilla a convertirse en un árbol grande y fuerte. Una vida que cobija y protege, y a su vez da vidas nuevas.
El Reino de Dios es Jesús, es Dios reinando y salvando, y tú eres invitado a acogerle… Entonces, cuando hagas esto, todo lo que explica hoy la Palabra de Dios se hará realidad en ti. La semilla tiene futuro. Es Dios quien lo asegura.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración

Jueves 25 de enero

Jueves 25 de enero
Conversión de San Pablo, apóstol

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Marcos 16, 15-18

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Pistas: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”. Hace tiempo me decía un amigo que esto se lo dijo Jesús sólo a los Apóstoles, y que por tanto este texto había que entenderlo como un mandato sólo para los sucesores de los apóstoles (los obispos) y en todo caso sus colaboradores, los presbíteros. Pero, profundizando un poco más, aunque es verdad que los Once son los que Jesús llamó para que estuvieran con Él, le conocieran, fueran sus amigos y finalmente fueran testigos de lo que vieron, oyeron y experimentaron. ¿No es esto lo que cada cristiano debe hacer? Ser discípulo es precisamente estar con Jesús, aprender, conocerle, vivir como Él enseña… Y va unido a ello la necesidad de contárselo a los demás.
El Evangelio, la Buena Noticia, es Jesús. Cuando experimentas su salvación ¿cómo te lo vas a guardar para ti? ¿cómo no querer que los demás conozcan también a Jesús?
Y, si te atreves a vivir con fe, si te lo crees, sucederán cosas extraordinarias. Yo he visto cómo lo que promete este Evangelio se cumple. No es una promesa del pasado. Dios acompaña la fe con signos de salvación. También en nuestro tiempo, en nuestras realidades.
Pero no dejes que sólo te lo cuente: cree, anuncia a Jesús a otros y verás cómo los signos de su poder y su salvación aparecen en tu vida y en la de los que te rodean.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Miércoles 24 de enero

Miércoles 24 de enero
San Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 4, 1-20
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca; se sentó y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar:
Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron y no dio grano. El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.
Y añadió: El que tenga oídos para oír que oiga.
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
Él les dijo: A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que «por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdone».
Y añadió: ¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra.
Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso, al escucharla la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la Palabra, enseguida sucumben.
Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la Palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la Palabra, y se queda estéril.
Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la Palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.

Pistas: Seguramente has leído y tal vez meditado unas cuantas veces este Evangelio. El mismo texto nos explica la parábola.
Algo que se experimenta al orar con la Palabra de Dios, es que siempre tiene algo nuevo que decir a nuestra vida. En muchas ocasiones parece que llega en el momento oportuno, que estaba puesta para ti y tu situación. Escucha qué te quiere decir Dios cuando sientes que te habla a ti a través de las lecturas.
Reza hoy con esta parábola de Jesús. ¿Qué tipo de terreno eres para la Palabra de Dios? ¿Qué abunda más en tu corazón? Puede que haya un poco de cada uno en ti, y necesites entrar más a fondo (no quedarte al borde del camino), profundizar y perseverar (quitar piedras) o ser menos mundano (arrancar zarzas). Jesús te lo explica para que puedas convertirte y encontrar el perdón.
Párate en aquello que te haga pensar o sentir, y reza con ello. A través de su Palabra el Señor traerá luz a tu vida. Y si la acoges, dará fruto. Es una promesa de Jesús. Está garantizado: si profundizas, dejas que eche raíz, la cuidas… ¡Dará fruto!

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Martes 23 de enero

Martes 23 de enero
San Ildefonso, obispo

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y paseando la mirada por el corro, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.

Pistas: Seguro que en más de una ocasión, al leer este Evangelio, alguien nos ha asegurado que la familia de Jesús no es la que conocemos, sino que la formaban más miembros: sus “hermanos”. Y es que este relato necesita un contexto, el que proporciona situarnos en la sociedad de la época en la que vivió Jesús. La familia, ya desde el antiguo Israel, la conformaban más personas que las de los propios lazos de sangre. Cuantos más miembros eran, mayor protección se daban unos a otros, mayor seguridad en su sustento y más posibilidades de futuro tenían. Por eso la familia era un clan al que se sumaban parientes y más personas. Pero en la época de Jesús este concepto de clan estaba en crisis. El Imperio romano se estaba convirtiendo en un áspero recaudador de impuestos. Y además había que acoger y pagar el sustento de los soldados en las propias familias. Y a ello había que sumar lo que se pagaba al templo y unas normas de vida cada vez más férreas.
Muchas familias bastante tenían con sobrevivir. Y el mensaje de Jesús no está fuera de ese cambio social. Él cambia la perspectiva: la Palabra de Dios es para todos. Especialmente para los que viven cautivos de situaciones que aplastan a la persona y cuestionan hasta su mera supervivencia. Jesús tiene algo que decir a quienes se ven agobiados, sufren o se encuentran arrinconados por quienes ejercen el poder sin escrúpulos: Dios tiene un camino para ti. Y además no estás solo. Hay una comunidad que te acoge por encima de cualquier otro interés: la comunidad de los cristianos, de los hermanos en Jesús, de los hijos de Dios, de la familia en la fe.
Jesús nos invita a salir de nosotros mismos, de nuestra propia cerrazón y de nuestros propios problemas. Nos invita a que nos unamos a la comunidad de fe, a que conformemos la Iglesia en torno a lo que quiere Dios, que no depende de aspiraciones terrenales, sino que tiene su razón de ser fuera de lo mundano. Por eso, “El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”.
¿Y tú? ¿te centras únicamente en tus problemas o realidades, en tu individualismo? ¿o buscas en la comunidad de fe aliento de vida eterna?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Lunes 22 de enero

Lunes 22 de enero
San Vicente, diácono y mártir

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Marcos 3, 22-30

En aquel tiempo, unos letrados de Jerusalén decían: Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.
El los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones: ¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil, no puede subsistir; una familia dividida, no puede subsistir.
Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido.
Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Pistas: Le tienen tanto odio a Jesús que quieren dar la vuelta a su lucha contra el pecado y el mal (el demonio) y le acusan de estar Él mismo endemoniado. Es innegable que parte de la actividad de Jesús consistió en liberar del demonio. En la mentalidad judía muchas enfermedades o manifestaciones de enfermedades físicas o psicológicas eran achacadas a demonios, pero también otros muchos hechos inexplicables. Hoy nos suena raro hablar del demonio. Pero en los Evangelios aparecen. Son la personificación del mal, que inclina al mal, un ser espiritual.
Jesús intenta hacerles ver que el mal no es ingenuo, que el demonio es astuto. Y Jesús le vence y le ata. “Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo si primero no lo ata”. Jesús es más fuerte y poderoso, y por eso los demonios no resisten en su presencia y tienen que huir.
El poder que vence al mal, al pecado, al demonio, es del Espíritu Santo. Pecar contra el Espíritu Santo es, por tanto, rechazar la salvación de Dios. Es conocer a Dios y dejar entrar al diablo. Es cerrar la puerta a la presencia de Dios en tu vida para rendirte a ‘dioses’ que te acaban destruyendo. Abrir la puerta al mal es ver el bien por el que luchar y preferir seguir acomodados o en una posición interesada. Es poder luchar contra el diablo (contra el mal) y no hacerlo. O aparentar ser cristiano pero dejar actuar a Satanás (al pecado) en tu vida.
Jesús vence, siempre. No hay duda, no temas. El demonio no tiene nada que hacer a menos que le abras la puerta. Habrá tentaciones, dificultades, incluso momentos que parecerán pruebas. Pero si Jesús, si el Espíritu Santo, guardan la casa de tu corazón, no hay nadie ni nada más fuerte y poderoso que pueda vencerte.
¿Quién quieres que esté en la casa de tu corazón?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.