Jueves 30 de noviembre

Jueves 30 de noviembre
San Andrés, apóstol

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según san Mateo 4, 18-22

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Pistas: Jesús llama para que estén con Él: “Venid y seguidme”. Si estás dedicando tu tiempo a leer estas pistas y rezar con el Evangelio es porque, de algún modo, tú también has escuchado esta llamada: "Ven y sígueme". No basta sólo con saber cosas de Jesús –por eso, para ser cristiano, no es suficiente con conocer el Evangelio o saber mucha teología-, es necesario estar con Jesús. Conocerle y entrar en relación con Él.
Para poder seguirle hay que dejar algunas cosas. A veces en la vida de fe nos estancamos porque nos empeñamos en seguir cargando con “las redes” o con “la barca”. Pero si te fijas en el Evangelio: “Inmediatamente” dejaron lo que estaban haciendo y le siguieron. Y así fueron libres para seguirle. Piensa si en tu vida hay "redes" que tienes que dejar atrás para poder avanzar con Jesús.
Y Jesús también te enseñará una vocación, un camino para servirle. A estos les promete que serán "pescadores de hombres". Si escuchas en tu corazón, si lees los signos que Dios va poniendo en tu vida, descubrirás también lo que te pide a ti. Como los discípulos del Evangelio, necesitarás estar con Él, aprender, amarle, confiar en Él, creer, ver cosas extraordinarias… Y después trabajar con Él en aquello que te pida.
Pero, nada de esto será posible si no escuchas y obedeces la voz de Jesús que te dice: “Ven y sígueme”. Y ¿qué hay que hacer para seguir a Jesús? Rezar, dejarse amar por Él y aprender a ser y vivir como discípulo suyo.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Miércoles 29 de noviembre

Miércoles 29 de noviembre
XXXIV semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 21, 12-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Pistas: Seguir a Jesús es exigente. Requiere compromiso y un estilo de vida determinado. Las visiones edulcoradas del cristianismo son, en el mejor de los casos, un sucedáneo que no satisface ni conduce a encontrar lo que Jesús promete. Por eso Jesús habla claramente de lo que implica ser discípulos suyos. Generalmente, las cosas que merecen la pena en la vida exigen esfuerzo y sacrificio. Y en la fe también.
No engaña a nadie. Anuncia persecuciones, odios y hasta que habrá quienes perderán la vida por su causa. En nuestros días ser cristianos sigue implicando, para muchos, entregar la vida. Su testimonio es una llamada de atención a todos los que creemos en Jesús. Pero yo, que lo tengo relativamente fácil, ¿cómo vivo mi fe? ¿qué testimonio y qué compromiso tengo con mi fe? Los cristianos que entregan su vida nos interpelan para que vivamos más auténticamente. Para que demos testimonio. Para que perseveremos en nuestra entrega, en nuestra lucha por ser fieles.
La promesa de Jesús es la salvación. Él mismo ha pasado por la cruz, por la muerte, por la traición… Pero venció. Y su victoria nos enseña que al final, por mucha injusticia y mal que haya, el poder de Dios vencerá.
Mira a tu propia vida, tus luchas, las dificultades que tienes… Hoy el Evangelio te recuerda que Dios no falla.

(En esta página https://www.puertasabiertas.org/ puedes leer sobre la situación de los cristianos perseguidos en el mundo)

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Lunes 27 de noviembre

Lunes 27 de noviembre
XXXIV semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 21, 1-4

En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el cepillo del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

Pistas: Este Evangelio pone a examen nuestra autenticidad en la vivencia del Evangelio. ¿Hasta dónde llega tu compromiso con Jesús? ¿Eres discípulo de Jesús con todo tu ser y con todo lo que tienes? ¿O te limitas a darle lo que te sobra?
El Evangelio de ayer nos recordaba que amar a Dios, creer en Él, implica amarle en los hermanos. Y el amor auténtico no da de lo que sobra, se entrega en plenitud. Da sin esperar nada a cambio.
La fe auténtica no puede comprometer sólo el tiempo que tienes libre, porque si no, es otra cosa, quizás un hobby o pasatiempo. No sólo los curas y las monjas, o la gente más “de Iglesia”, están obligados a dejarse la piel por ser fieles a Jesús, viviendo la fe, preocupándose y trabajando por los demás. Todos estamos llamados a, como la viuda del Evangelio, entregar todo, poner toda nuestra vida, lo que somos y tenemos. Cada uno en el camino que Dios nos ha puesto. Pero ser discípulo de Jesús tiene que implicar la vida entera. Si sólo das las sobras ¿qué amor, qué fe tienes? Si sólo acudes a la Iglesia cuando necesitas algo ¿qué fe tienes?
Somos ricos. Ricos en lo material, ricos en los dones que Dios nos ha dado, ricos en tantas cosas… Todo eso es para Dios. Pero, también somos pobres en muchas cosas, como la viuda del Evangelio, y eso también es para el Señor. Nuevamente el Evangelio te invita a elegir: aparentar, cumplir, dar de lo que te sobra o entregar la vida, amar y vivir de verdad.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Domingo 26 de noviembre

Domingo, 26 de noviembre
Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Mateo 25, 31-46

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
—Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
—Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.
Entonces los justos le contestarán:
—Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?
Y el rey les dirá:
—Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
Y entonces dirá a los de su izquierda:
—Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.
Entonces también éstos contestarán:
—Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?
Y él replicará:
—Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.
Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.

Pistas: Según Jesús la pregunta que nos hará para alcanzar la eternidad será: ¿has amado? ¿has vivido en el amor? ¿cómo has tratado a tu hermano? ¿cómo me has tratado a Mí en tu hermano? Si perdemos esto de vista, todo será una gran mentira. Podremos creer que somos buenos, que cumplimos… pero no servirá de nada porque estaremos lejos de Dios, nuestra fe se enfriará y se convertirá en ritos, costumbres y formas vacíos.
La salvación pasa por Jesús. Si le amo, si le acojo y creo en Él. Ésta es su manera de ser el Rey del universo: amando y estando en el corazón de los humildes. Dice Jesús: “Cada vez que lo hiciste con uno de éstos, los humildes…”. Cuando se acerca su muerte, en uno de los momentos más intensos y significativos, Jesús reúne a sus amigos para celebrar la cena de Pascua e instituye la Eucaristía. Cuando toma el pan y el vino muestra el valor de lo que va a suceder: para la salvación de todos los hombres, para vencer al pecado, al mal y a la muerte. Por un camino asombroso, nuevo, diferente, que constituye su enseñanza principal, y es que Dios es amor y salvación. Y, por otra parte, lavando los pies a sus discípulos, para que no se les olvide nunca que el amor, el servicio, la entrega al otro, es parte esencial de su vida.
Podemos leer este Evangelio desde dos perspectivas. Primero, en tu propia vida. Sólo viviendo en el amor se puede comprender en plenitud el alcance de lo que nos ha regalado Jesús. Si amas, tienes a Dios en tu corazón; si no amas, necesitas rezar más, examinar tus prioridades, confesarte, ver la verdad de tu vida. Si amas, le dices que sí a Dios y tu vida se abre a la eternidad con Él. De lo contrario, te encierras en ti mismo, vas dejando que el pecado domine tu vida, el egoísmo, el placer, el tener, el poder… irán seduciéndote poco a poco.
Otra perspectiva con la que podemos leer el Evangelio es en clave eclesial. Tu comunidad, tu parroquia, tu grupo de oración… ¿Cómo está viviendo lo que nos dice hoy Jesús? ¿tuvo hambre, sed, fue forastero, estuvo desnudo, enfermo, en la cárcel… y andábamos pendientes de otras cosas? Dios te ama, derrama su amor en tu corazón y te invita a construir tu vida y la Iglesia sobre ese amor. Y esto desembocará en la frustración eterna, si lo rechazas. O en la vida eterna, si aceptas este camino.

(El Papa Francisco estableció hace unos días la I Jornada mundial de los pobres. En las siguientes direcciones web puedes encontrar más información sobre la situación en España y en el mundo: www.caritas.es www.manosunidas.org o el informe de la ONU sobre el desarrollo sostenible www.unstats.org/sdgs/files/report/2017/TheSustainableDevelopmentGcalsReport2017_Spanish.pdf
Podrás comprobar cuánto queda por hacer. Pueden parecer objetivos que se escapan de nuestro alcance, pero es un camino que pasa por cada uno de nosotros, y sólo si acogemos lo que nos propone el Evangelio las cosas podrán ir cambiando)

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Sábado 25 de noviembre

Sábado 25 de noviembre
Santa Catalina de Alejandría, virgen y mártir

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 20, 27-40
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último, murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
Jesús les contestó: En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos.
Intervinieron unos letrados: Bien dicho, Maestro. Y no se atrevían a hacerle más preguntas.

Pistas: Es Dios de vivos. Si miras en lo profundo de tu corazón ¿qué encuentras? Inconformismo, ganas de más, insatisfacción. Quieres más felicidad, más sentido a tu vida. Aunque estés bien, siempre falta algo. Y si te quedas parado y te conformas, poco a poco la tristeza va apareciendo en tu vida. Buscamos más, queremos más… Y queremos vivir para siempre. Casi no entendemos que se pueda dejar de existir.
Pero, por otra parte, no somos capaces de imaginar cómo será la vida eterna, qué habrá después. Jesús nos da pistas sobre el cómo y el qué. Él irá delante, resucitaremos como Él, estaremos por la eternidad junto a Dios, seremos los mismos pero no lo mismo, no existiremos del mismo modo. Será un lugar de comunión con Dios y entre nosotros, la creación entera será librada del mal, del sufrimiento, del pecado. Nos garantiza que va a prepararnos sitio y estaremos con Él. Y no son palabras, sino que su muerte y resurrección son el acontecimiento que cambia todo y hace nuevas las cosas.
Celebremos que nuestra fe tiene sentido, porque Dios es Dios de vivos. Dios es vida en todo el alcance de esa Palabra. La vida que da el Espíritu Santo, la vida que encuentras en Jesús que es el camino a Dios, la vida libre de la esclavitud del pecado, la vida llena de amor, bienaventurada en cualquier situación, vida que vence a la cruz y desemboca en la eternidad. ¿Quieres vida?

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.bee

Viernes 24 de noviembre

Viernes 24 de noviembre
Santos Andrés Dung-Lac, presbítero y compañeros mártires

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 19, 45-48
En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Escrito está: «Mi casa es casa de oración»; pero vosotros la habéis convertido en una «cueva de bandidos». Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Pistas: El templo es el lugar de la presencia de Dios. El enfrentamiento de Jesús con las autoridades religiosas y con muchas prácticas religiosas de su tiempo va en aumento. San Lucas sitúa cerca del desenlace de la vida de Jesús este acontecimiento que iba directamente contra los negocios e intereses de muchos de sus enemigos. La autoridad de Jesús parece grande, porque aunque quieren acabar con Él todavía no se atreven, ni encuentran el modo de hacerlo, porque el pueblo está pendiente de su enseñanza. Aunque esto no va a durar porque en pocos días gritarán: ¡¡Crucifícalo!!
Piensa en el templo como Iglesia. No el edificio físico, sino la Iglesia comunidad, la Iglesia Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo. Piensa en la Iglesia que estás construyendo tú. En tu responsabilidad. De poco sirve que señales las de otros. Mira la tuya. ¿Serías de los que Jesús echa del templo? ¿o estás construyendo y transmitiendo una Iglesia viva, en la que las personas puedan encontrarse con Dios y con su amor, en un lugar de oración? Precisamente la Iglesia es encuentro, experiencia, diálogo con Dios y una experiencia personal y comunitaria. Porque la fe no se puede vivir en soledad. La fe crece y se afianza en la oración personal y con los hermanos en la comunidad.
El templo es también tu corazón, tu vida. Y puedes hacerte la misma pregunta: ¿Es casa de oración o la tengo llena de ruidos, de intereses, de ladrones que me roban la felicidad? Como venimos aprendiendo en el mensaje de Jesús, el Reino empieza dentro de ti, ése es el lugar en que Dios quiere habitar. Y en lo pequeño, en tu propia vida, en lo cotidiano, es donde empieza todo. Déjale sacar lo que estorba, lo que no tiene que estar ahí. Y así tu corazón será un lugar de encuentro con Dios en el que puedas experimentar su gran amor.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Jueves 23 de noviembre

Jueves 23 de noviembre
San Clemente I, papa y mártir. San Columbano, abad

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.

Pistas: Los Evangelios nos cuentan dos ocasiones en las que Jesús llora: cuando muere su amigo Lázaro y al ver la ciudad a la que ama y comprender lo que le va a suceder. Jesús no llora por Él mismo, que va hacia su pasión. No llora porque lo rechacen ni por lo que se le viene encima. Llora de pena, de tristeza, porque no tiene remedio. Llora porque es la ciudad que ama, la gente que ama. Pero no quieren conocer el camino hacia la paz. No quieren escucharle, ni acogerle. No les importa ni quién es Jesús, ni la verdad que predica, ni la salvación que trae. Y Jesús predice lo que va a suceder.
Y lo que ocurrirá no es un castigo. Sin embargo, refleja una realidad: el hombre cerrado en sus solas fuerzas camina hacia la destrucción. Rechazar consciente y libremente a Jesús es rechazar todo lo que merece la pena en la vida y encerrarse en un camino que lleva a la destrucción. Unos años después de la muerte y resurrección de Jesús, el templo será destruido por los romanos (70 d. C.) y Jerusalén en el 135. Fuera de Dios, en el rechazo a Jesús y en la confianza en la autosuficiencia ¿qué puede haber?
Y ¿tú? ¿lloras por el pueblo que amas? ¿lloras por esta sociedad que está lejos de Dios? ¿te duele, te importa que tantos se queden sin conocer a Jesús? ¿amas? ¿o simplemente juzgas y te crees mejor que los demás?
Este Evangelio nos invita a comprender que el único camino para la salvación es Jesús. Puedes elegir recorrerlo o no. Y con esa misma libertad también sabes que Él no te va a obligar a nada que tú no quieras hacer, creer y practicar. Sólo te invita a vivir en el amor.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Miércoles 22 de noviembre

Miércoles 22 de noviembre
Santa Cecilia, virgen y mártir

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 19, 11-28
En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro: Dijo, pues: Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: Negociad mientras vuelvo. Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras de él una embajada para informar: «No queremos que él sea nuestro rey».
Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo: Señor, tu onza ha producido diez. Él le contestó: Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades. El segundo llegó y dijo: Tu onza, señor, ha producido cinco. A ése le dijo también: Pues toma tú el mando de cinco ciudades.
El otro llegó y dijo: Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras. El le contestó: Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Con que sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.
Entonces dijo a los presentes: quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez. Le replicaron: Señor, si ya tiene diez onzas. Os digo: Al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.
Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

Pistas: El domingo leíamos una parábola parecida en el Evangelio de San Mateo. Hoy San Lucas nos pone claramente en la perspectiva del final de los tiempos. El Reino de Dios en plenitud. Como decimos en el credo, cuando venga a juzgar a vivos y muertos. Y aparece dentro de otra que habla sobre lo que les sucederá a los enemigos del Reino.
Mientras llega es el tiempo de negociar. Moverse, hacer que dé fruto. La onza son los dones de que el Señor nos da, los naturales y los sobrenaturales. ¿Qué hacemos con ellos? No se da el caso de que uno de los que negocia pierda, fracase. Porque los dones de Dios van a dar fruto sí o sí: cuando los pones en marcha, cuando colaboras con ellos con todo tu ser.
Pero si lo escondes, te acomodas, te acobardas, te dejas vencer por el pecado, entonces no pones a trabajar los dones que Dios te ha dado para que los uses en esta vida. Dios no pide imposibles. Pon a producir en el banco los tesoros que Dios ha puesto en tu ser. Acude a la Iglesia, en ella podrás –si no te acomodas- aprender el camino para que tu vida dé fruto. Pero, recuerda, nada de esto va a poder darse sin que tú pongas de tu parte. Dios nunca nos obliga a nada: ni a tener fe, ni a amar, ni a ser fieles… Sólo nos invita y nos da la fuerza para hacerlo. Y como actos verdaderamente humanos necesitan que pongas todo tu ser en ello.
Al que tiene se le dará. Como explicábamos el domingo, no es que Dios sea cruel, es que nosotros renunciamos a su gracia y sus dones y preferimos otro camino. Que finalmente es el del pecado.
Jesús vencerá plenamente. Con Él comienza el Reino, que ya está, Jesús ya es Rey. Pero antes tiene que ponerse en camino hacia Jerusalén donde le espera su pasión y muerte. Y nosotros, para alcanzar la plenitud, tenemos que seguir luchando, abriendo el corazón a Dios, acogiendo sus dones y trabajando para que den fruto. Jesús te ha invitado a no acomodarte, a entregarte, a ser fiel, a vivir en el amor, a ponerte en camino como Él… sabiendo que no falla y no te va a abandonar nunca aunque pases por dificultades.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Martes 21 de noviembre

Martes 21 de noviembre
Presentación de la Bienaventurada Virgen María

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. El bajó en seguida, y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Jesús le contestó: Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

Pistas: Zaqueo era jefe de publicanos y rico. Su vida está dominada por: política, poder, influencia, dinero, traición a su pueblo (trabajaba para el Imperio invasor) pero también a sus propios jefes (parece que cobraba algo más en los impuestos que recaudaba y se quedaba con un porcentaje, nada ético). Pero en su vida irrumpe Jesús y todo cambia.
Zaqueo quiere verlo, pero Jesús toma la iniciativa, casi se autoinvita. Y Zaqueo le abre su casa. Cuántas veces buscamos a Jesús, queremos verlo, pero la gente, la situación, nos lo impiden… Pero, no tengas duda, Jesús se hará el encontradizo. Y si le abres tu casa, si le dejas entrar, todo cambiará.
A Zaqueo le señalan. Es un pecador y todo el mundo lo sabe. Critican a Jesús también. Pero Él ha venido a salvar a los pecadores. Ésta es una buena noticia: ¿Eres pecador? ¿te sientes indigno? ¿te has equivocado y te equivocas muchas veces? Jesús quiere entrar en tu casa. Conoces a pecadores, a personas peores que tú: ¿Quién eres para juzgarlas? ¿has pensado en rezar por ellas, en ayudarles a que Jesús pueda entrar en su casa?
La presencia de Jesús en su vida convierte a Zaqueo. Se llena de alegría. Y toma decisiones. Va a devolver más de lo que estaba estipulado por la ley. Porque el que se encuentra con Jesús decide apartarse del pecado e intentar arrancarlo para siempre de su vida. Y no quiere andar con medias tintas. Cuando esto sucede, Jesús salva. Porque eso es lo que Jesús quiere: “Buscar y salvar lo que estaba perdido”. Y eso es lo que tú y yo como Iglesia tenemos también que hacer. Primero encontrarnos con Jesús, y después ayudar al que está perdido a que pueda encontrarse con Él.
¿Y si ha llegado el momento de dar el paso hacia Jesús? Habrá impedimentos, pero cambia la perspectiva y lo verás pasar a tu lado. Él te verá, se alojará en tu casa y habrá alegría y salvación.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

Lunes 20 de noviembre

Lunes 20 de noviembre
XXXIII semana del tiempo ordinario

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor)

Evangelio según San Lucas 18, 35-43
En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: Pasa Jesús Nazareno. Entonces gritó: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? El dijo: Señor, que vea otra vez. Jesús le contestó: Recobra la vista, tu fe te ha curado. Enseguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Pistas: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. Éste fue el grito que cambió la vida del ciego del Evangelio. Antes veía, pero ahora está pidiendo al borde del camino, sobreviviendo de la compasión de los demás. En la sociedad judía era juzgado como alguien que por su pecado o el de su familia estaba ciego, como alguien que había merecido ser castigado por Dios. Intentan que se calle, pero Jesús le oye y les manda que se lo acerquen. Y cuando está en presencia de Jesús, todo cambia.
Así funciona el pecado: te hace vivir al borde del camino de la vida y ya no avanzas. Sobrevives con las limosnas, es decir, con las cosas con las que intentas llenar tu vida pero que no te satisfacen. A veces puedes pensar que eres feliz, que ya lo tienes todo o que si tuvieras aquello estarías mejor. Pero en el fondo te sientes perdido, como caminando en tinieblas. Necesitas que alguien te diga: Por ahí anda Jesús. Y dar el paso.
Habrá muchas fuerzas que te dirán: “Eso no es para ti”, “no vas a ser capaz”, “seguro que no puede ser algo tan bueno”… Algunas internas y otras externas. Sin embargo, Jesús te escucha. Ahora falta que te atrevas a llegar hasta Él. Quizás necesites ayuda. Esto es la Iglesia. Que te lleva hasta Jesús. Los sacramentos: la confesión, la eucaristía. La oración, la comunidad.
Y Jesús te pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? Ya lo sabe, pero quiere que se lo digas. Quiere que elijas seguirle, que elijas ver, que elijas librarte del pecado y acoger su perdón y misericordia.
Al releer el Evangelio puedes pensar en las cegueras de tu vida, en tus pecados. ¿Te has detenido al borde del camino y sobrevives de limosnas? Llama a Jesús: “Ten compasión de mí”. Si necesitas confesarte o que recen por ti, acude a la Iglesia, te llevará a Jesús. Y después, cuando estés ante Él, sólo ten fe. Podrás ver, volverás a ver.
Recobró la vista y lo siguió. Haz como el ciego y no te quedes otra vez al borde del camino. Sigue con Jesús. Camina con Él y alaba a Dios. Porque Él es la luz, en Jesús hay garantía, hay salvación.

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice y respóndele con tu oración.

(Hoy, además una canción, si te apetece escucharla https://www.youtube.com/watch?v=ezQZsu5I1JA )